The Eternal Darkness - El Regreso De Los Emisarios

Capítulo 4 - No hay alma en esta carne

"Hay cuatro estrellas en lo alto del techo, tan grandes y tan comunes entre sí."

Eran las 4 de la mañana, cuando a las oscuras afueras de la ciudad, un monstruoso carruaje se movilizaba con rapidez por las boscosas carreteras. Bajo el manto de la luna y con el salvaje ritmo de su avance, este parecía haber venido del propio infierno.

Un comerciante de telas quien llevaba al hombro varias lonas de ropa usada, por poco cae en un charco de lodo ante el asombro y el pánico que le causó el carruaje. El sorprendente tamaño de los dos caballos que jalaban de los arneses a un misterioso personaje oculto, no se comparaba siquiera a los equinos de más pura sangre de los países del norte. Junto a esto, perduraba el impactante hecho de que nadie guiaba a los caballos. Como si estos con sus pesadas armaduras negras y sus coléricas respiraciones, conocieran muy bien el camino. El personaje se encontraba dentro de la carroza, armada y protegida por barrotes y vidrios negros. Ante un claro en la carretera, los caballos detuvieron su galope, el lugar que ya dejaba de estar rodeado de árboles retorcidos, permitía visualizar desde la cima de aquella colina, la extensión de la ciudad de Caubilary.

La puerta se abrió con el movimiento de un seguro, emanando una cálida neblina, el sujeto puso sus botas en el suelo de concreto agrietado. Justo en ese momento, supo que el libro estaba en la ciudad.

En ese mismo instante de la llegada del hombre a la ciudad, Alexander se encontraba sentado en el escritorio de su estudio secreto, con el libro en sus manos y la mirada baja.

su nieto se encontraba cubierto por una manta, con las mejillas mojadas y el cabello empapado por el sudor. su mayordomo Ernesto junto al chico, con su brazo alrededor de él con una postura protectora. Ya no servía de nada el mantener el secreto, su nieto balbuceo fragmentos de lo que experimentó, de cómo fue atraído hasta el libro y de cómo vio criaturas innominables, que a pesar de todo no le tocaron ni un cabello. Alexander decidió relatar la verdad de la que tanto temía. Con la camisa arrugada y ojeras bajo sus ojos empezó.

-  antes de empezar, Ernesto avisa a todos los sirvientes, que han sido contratados por la alcaldía para un evento de conciliación en Overcalix y que deben partir de inmediato.

-Ernesto salió del cuarto secreto para cumplir la orden, Alexander saco de un bolsillo de su gabán una botella plateada que cabía en su mano, la abrió y tomó un trago.

-   en Shirkia, una pequeña nación de la extinta zedanea, las culturas más ancestrales le daban de beber un trago de cebada a los jóvenes que estaban próximos a ser hombres. Un trago del amargo néctar encendía felicidad y orgullo en los chicos más ansiosos de vivir.

-Alexander puso la pequeña botella en el escritorio al alcance del chico. Este de manera muy insegura y titubeante, tomó la botella y bebió con inesperada rapidez el contenido, una vez terminó se quedó viendo la botella que reflejaba su rostro inexpresivo y cansado, como si hubiera tomado agua simple y no un potente licor. Alexander dijo:

-  debió ser duro... Lo fue para mi también, no puedes creer a tus ojos, no puedes comprender a tus oídos. sabes que estás dormido, pero no puedes despertar, todo se contorsiona e incluso llegas a dudar de tu nombre. Dudas de las personas a tu alrededor, las sombras parecen alargarse y temblar. Cuando me ocurrió lo que a ti te acaba de suceder, me sentí totalmente solo, mi padre jamás creería una palabra de mi boca, al menos eso pensé, le cause tantos problemas en mi juventud, que no quise perturbar su vida nunca más. hoy en dia me sigo preguntando si me habría creído, cuando le dijera que muchos fantasmas estaban respirando en mi nuca.

-Thomas seguía mirando sus propias ojeras a través del plateado espejo de la botella.

-  Tu no estas solo tomy, aquí estamos para decirte... Que no hay nada malo en ti, que todo esto es ajeno a tu mente y a tu corazón.