Destino.

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Te miré y volví a mirarte y juro que hacía mucho tiempo no ver algo igual.

No te conocía simplemente me limité a sentarme en el otro extremo de la barra mientras llevaba un libro entre las manos y un café con leche bien caliente. Pero ahí estabas tú y ahí estaba yo intentando descifrar cada sonrisa que le dedicabas al aire que entraba en tus pulmones, y ojalá en ese momento hubiese sido aire para poder recorrerte.

En el momento en que nuestras miradas se cruzaron supe que ese extraño al que no dejaba de mirar iba a ser una pieza de mi vida, un tesoro guardado bajo llave y no me equivoqué. Pasaron los días y siempre venias a buscarme, misma hora, mismo sitio y vistiendo con la sonrisa más bonita de tú armario. Tú fragancia esa que impregnaba mi ropa, mis sabanas y todos mis pensamientos. Tus ojos que se clavaban en los míos cada noche después de caer encima de ti para dormir en tu pecho...

Y aquí estoy en el mismo extremo de la barra, mirando a un lado y después al otro, pero tú ya no estás, solo están las hojas de este libro que llevaba entre los brazos el mismo día que te vi las mismas que nunca me abandonaran, y que si acabará con un final feliz.

Desde aquí solo puedo decirte que tú perdiste y que yo sí que gané.

Porque no te miraba, te veía que es diferente.

Confesiones a tu espalda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora