CAPÍTULO 1

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AHORA

— Falta mucho?— Preguntó Sam, un poco agotado de correr entre los pasillos abandonados—. Siento que hemos estado dando vueltas en círculos y necesito parar un momento.

—¿Estas bien?— Akio le tocó la frente a su amigo — . Creo que tienes fiebre, pero resiste un poco más, tenemos que encontrarnos con los demás pronto. 

El silencio se apoderó del metálico y abandonado lugar. Tal vez el haber decidido tomar un atajo por las tuberías abandonadas era una mala idea pero según el mapa que les había pasado Kristof, debían encontrarse unos metros mas adelante, el punto de reunión donde por fin toda esta locura terminaría.

— Estoy cansado, la última vez que comí algo creo que fue ayer— . En la oscuridad del lugar, Sam intentó hacer una broma con el asunto, pero la verdad era que tras haber logrado escapar de los hombres del Doctor Brown pausar el tiempo era demasiado esfuerzo. Su cuerpo rogaba por comida.

Sintió que la chica le iba a decir algo pero luego se percató de que se escuchaban pisadas lejanas en el piso metálico. La persecución estaba lejos de terminar.

— Pararemos cuando estemos todos reunidos ¿esta bien?—. En aquellos momentos, la voz de la chica en su cabeza le angustiaba, le provocaba un agudo dolor en su frente.

Los pasos se escuchaban mas cercanos, la desesperación en el rostro de su amiga era visible y no necesitaba que ella estuviera en su cabeza para darse cuenta del peligro que corrían, pero no podía avanzar, sus piernas no le permitían seguir. Sintió su cuerpo pesado, la respiración se tornó agitada, su visión comenzó a tornarse borrosa.

— ¡Sam! —

Perdió el conocimiento mientras escuchaba a Akio gritar hasta que al su voz se hizo cada vez mas lejana. Al final llegó el silencio.


MESES ANTES

— Bajen del vehículo ahora, animales —. La prepotente voz del guardia que custodiaba al grupo se hizo escuchar apenas llegaron a destino. Todos traían el rostro cubierto dentro de una bolsa, como si se trataran de prisioneros de alto riesgo.

Samuel trataba de mantener la calma, las esposas que se enganchaban en sus pies y manos producían pequeñas descargas eléctricas, por lo que no podía concentrarse y pensar en una manera de escapar ni tampoco podía sacarse la bolsa de su cabeza. Se sentía como un prisionero de guerra.
Todos estaban en fila pronto a entrar a las instalaciones, el guardia se adelantó para conseguir el permiso de entrada.

Un grupo de personas se acercó a ver a los recién llegados, todos provenientes de las colonias; sucios y andrajosos, algunos parecían venir de las minas, otros de las calderas y maquinaria que hacían funcionar todo el sector.

Una niña se asomó detrás de su madre, llevaba un pequeño oso de peluche y se acercó al grupo de prisioneros. Aún con su madre protestando por lo que ella estaba haciendo, Samuel vio que la pequeña le entregaba el osito a uno de los que estaba mas adelante en la fila, pero no pudo ver quien era.
Cuando su compañero se agachó para recibir el regalo, la madre por fin se acercó a su hija y la tomó en sus brazos, mirando con odio a todo el grupo.

— ¡Espero que se pudran ahí adentro!-Tomó una piedra en sus manos y se la tiró, herrando en el acto —. ¡No merecen estar entre nosotros!

De inmediato, y seguidos por la acción de la mujer, el grupo de personas reunidas comenzaron a hacer lo mismo. Samuel y el resto de los prisioneros se cubrieron como podían. De reojo y dentro de lo que podía ver con su rostro cubierto, se dio cuenta que el guardia que los había escoltado estaba en la entrada mirando el espectáculo, su casco le cubría todo el rostro, pero imaginaba que estaba disfrutando de la situación.

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⏰ Última actualización: Sep 14, 2017 ⏰

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