El celeste de sus ojos no dejaba de deslizarse a través de la gélida superficie del escudo bicolor en su diestra, poniendo un extraño e improvisado interés en él.
Incluso se veía un poco más brillante desde aquel día en que Howard se lo había obsequiado para sus misiones antes del hielo invasor en sus venas.
Incluso sabía el porqué.
Cuando Fury dejó de hablar parecía que hubiese entrado en una especie de trance del que no quería salir, en el que sólo quería albergarse hecho un ovillo, ignorando la realidad. Ya había pasado por ello antes y siempre suponía que se trataba de su propio organismo protegiéndose a sí mismo; como un resguardo hermético que se activaba cuando el escudo no podía desempeñarse en algo más allá de lo físico.—¿Me ha escuchado? — preguntó la voz ajena y dura, sonaba como un ronco suspiro a oídos de Steve.
—Sí.
—Entonces sabe que es necesario llevarlo a cabo.
—Sí. —contestó, aún con la vista en su preciada arma, casi automáticamente, como el soldado que le obligaban a creer que era todavía.
Difería, era obvio. Podría estar preparado para la guerra, pero no era una marioneta; tenía su propio criterio, su propio pensar y actuaba a voluntad propia.
A pesar de ello, sabía que si se negaba, alguien más sería asignado a la tarea y eso sí no lo permitiría, desencadenando una serie de desagradables acontecimientos.
Fury salió de la estancia a paso firme y hueco; hubiera creído que nunca había estado ahí sino fuera por el enorme nudo que se formó en su garganta y el nerviosismo reflejado en los temblores de su mano izquierda. Desde hace ya varios meses, aquella acción se había adjudicado a los hábitos involuntarios de su organismo, que eran los únicos que de verdad reflejaban su sentir a falta de palabras.
Matar a Fury y a todo su séquito no sonaba mal. Nada mal. Inclusive lo haría sin pensarlo. Sin embargo, sabía que dentro de aquellas personas, había gente honrada, con familia y de buenos valores. Fury mismo lo era, aunque le costara aceptarlo.
Además, le doliera lo que le doliera, era mejor para todos... ¿lo era, no? Era claro que para él no, pero su bienestar nunca era prioridad.
Tragó con dificultad mientras sacudía la mano con violencia, como si con este hecho pudiese deshacerse de cualquier indeseable temblor, y caminó por los pasillos de SHIELD hasta ser detenido por una delicada y nívea mano posada en su hombro con lentitud.
Natasha quiso decir algo, lo notaba por la leve separación de sus labios. Sin embargo, si ese era su objetivo, permaneció como inconcluso, pues sólo apretó estos con angustia y le dedicó una súplica muda que sus ojos le comunicaban.
Steve no tuvo las fuerzas para mantenerle la mirada y mucho menos para corresponder su contacto, así que sólo dio una larga exhalación para después retirarse por donde había llegado hacia menos una hora.
La travesía fue larga, larguísima. Steve reconocía, por primera vez gracias a su muy escondida terquedad, que una dirección más cerca para su segunda casa no habría estado mal.Decir su casa era poco; se sentía más cálido, más seguro...
Más como un hogar.
Los kilómetros se le antojaron fútiles con tan sólo recordar la promesa de que su felicidad le estaba esperando; entre toda esa nieve, el aroma del chocolate caliente y la calidez de una piel que no era la suya.
Ese pensar le arrebató una sonrisa de los labios; de esas que no tenía desde hace tiempo, de las que casi nunca se mostraban sinceras.
No tardaba más de dos horas en autobús, agregando un par de yardas de trayecto a pie que eran como un álbum personificado. Los paisajes del lugar le rememoraban situaciones donde bien podría haberse usado el adjetivo "feliz" para describirse. Sin embargo, otros tantos jugaban con los elementos que le arrebataban suspiros de melancolía y algunos cuantos, de tristeza.
Pero Steve no iba a ser débil, no ahora. Enfrentaría las dificultades como siempre lo había hecho y se tragaría los sentimientos que lo inmovilizaban, que lo afligían, pues no era momento para tirarse en el suelo a dejar que su propia sensiblería se apoderara de él.
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Ilusión de un alma en decadencia.
FanfictionSteve le ayudó a construir un hogar entre la nieve. Steve le ayudó a sobrellevar las heridas causadas por los fragmentos de su mente. Pero el ocaso está a punto de hacer presencia. Y Steve no sabe como ayudarle esta vez.