prólogo.

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Harry llevaba unos tres minutos viendo fijamente su reflejo en el espejo.

Su propia mirada le quemaba, su aspecto le aterraba.

Negó con la cabeza, haciendo el primer movimiento en varios minutos. No podía aceptar verse así, simplemente no.

Él nunca había tenido un gran problema con su físico, pero en ese momento se daba asco él mismo.

Su cabeza se comenzó a mover con lentitud, entonces su fría mirada se posó en su pequeña hermana que se encontraba peinando pacíficamente el cabello de una de sus muñecas.

¿Por qué ella era más bonita que él? ¿Acaso le quería quitar toda la atención? ¿Era tan egoísta que deseaba que la miraran únicamente a ella?

Volvió a ver el espejo, con la misma expresión neutra, y agarró lo primero que encontró. Para la mala suerte de la pobre Gemma, se trataba de las tijeras que utilizaba el padre de ambos para cortar su cabello.

Las apretó con fuerza en su mano derecha, y con pasos lentos pero firmes se comenzó a acercar a su hermana.

Ésta, al escuchar los pasos, paró un momento con su juego para mirar a su hermano.

Su ceño se arrugó un poco en su cara de muñeca, haciéndola lucir incluso más adorable.

Harry negó con la cabeza, comenzando a respirar con irregularidad.

¿Lo estaba haciendo aproposito? ¿Estaba siendo linda para lastimar a Harry?

Rodeó el pequeño brazo con su mano, frunciendo el ceño con frustración, y la hizo levantarse del suelo.

Hazz— lo llamó al ver que parecía estar fuera de sí, no parecía ser su hermano.

Sus ojos se encontraban, y la mirada de Harry no hacía más que intimidar a Gemma.

—Harry— intentó tomar la tijera, pero el nombrado reaccionó con brusquedad y se la clavó en el antebrazo.

Harry miraba las paredes del consultorio del psicólogo al que sus padres lo habían llevado sin expresión alguna, mientras escuchaba los sollozos de su mamá debido a que se acababa de enterar de que su hijo sufría de un trastorno que le provocaba reaccionar violentamente ante casi cualquier situación.

No podía creer que apenas lo notara.

Había lastimado a animales y a personas, pero sobretodo a él mismo con el recuerdo persistente de aquel suceso que logró volverlo lo que era en esos momentos.

Ella pensaba que era la primera vez que su hijo reaccionaba así, pero estaba equivocada.

No era la primera, y mucho menos la última.


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se aceptan colaboraciones con la portada alv

teen iddle »larryWhere stories live. Discover now