MI vida en la ciuda

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El sutil sol me despierta y el bullicio de la ciudad comienza como siempre. Tardé un poco en acostumbrarme a esta rutina de cada mañana, despertando en un pequeño departamento que logré conseguir a un bajo precio de alquiler. Deberá servir por un tiempo, necesita algunos arreglos, sí, pero bueno.

Como era habitual, me lavé y me preparaba para salir. Como siempre, me colocaba la bufanda roja que me regalaron mis amigas de Ponyville, esperando al día que pudiera regresar.

Ya va más de una semana en Manehattan, e intenté encontrar algún empleo para ganarme un sustento, pues ya se me estaba acabando el dinero. Una semana aquí y estaba frustrado, no había logrado encontrar trabajo. Vagando por las calles, aunque bulliciosas, la ciudad era algo fría para alguien como yo; mi único consuelo era mi bufanda.

Tras un día entero preguntando por algún puesto en el servicio postal, en los elegantes hoteles por casualidad, en el Mane Fair Hotel y restaurantes, ni para los platos tenían puesto. De nuevo me di con que no encontré nada '¿Y ahora qué voy hacer?' me preguntaba ya regresando hacia el edificio donde se ubicaba mi departamento.

No era muy lujoso que digamos. Era una estructura de cuatro pisos, de color turquesa y su pórtico era marrón. Entrando a la edificación, mi casera, una unicornio de tez naranja oscuro claro, melena azulada, ojos verdes y una Cutie Mark de una llave, está desempolvando un poco la entrada.

- Bunas tardes, señorita Sweet Key- dije algo cansado y frustrado.

- ¡Oh! Eres tú, Golden. Y, ¿Cómo te fue? -me pregunta bajando el sacudidor.

- O todos tienen empleo, o soy muy malo hallando alguno- le conté como un leve chiste sin gracia.

- No te pongas así- trata de animarme con una sonrisa- Ya tendrás suerte.

Subía las escaleras, cuando mi estómago hizo ruidos por lo bajo, el sonido llego a los oídos de mi amable casera.

- Parece que tienes hambre- me dice desde abajo. Eso me dio un poco de vergüenza- ¿Por qué no vienes a comer conmigo hoy?- me invita.

Me quedo sopesando la situación. Bueno, ella era linda, tenía una buena personalidad, efusiva a veces, desde que la conocí. Acepté la oferta de buen grado, más porque no tenía nada en la nevera.

Entramos a su departamento decorado elegantemente, con las paredes repletas de fotos colgadas de varios ponis, que suponía eran su familia y amigos. Algunas eran interesantes. Mientras me daba a la labor de echar una ojeada, escuché su llamado. Me senté a la mesa y empezamos a comer.

Entre charlas, le pregunté:

- ¿Por causalidad no tienes algún amigo que me pueda ayudar con mi predicamento?- ella lo pensó un poco.

- Sí- contestó al final- Mañana te llevaré con él.

Mis días en ManehattanWhere stories live. Discover now