Mi vida en la ciudad

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Al día siguiente.

Vamos de camino por la ciudad, tranquilos, charlando y riendo un poco, hasta llegar a nuestro destino, un edificio un poco pequeño de paredes amarillas, dos ventanas, un gran garaje con una especie de campamento al lado de varias carretas de color similares a los taxis que veía recorrer la ciudad.

- Bueno, ya llegamos- dijo sonriendo Sweet Key. Miré el lugar con algo de incredulidad.

- ¿En serio, señorita Sweet Key? ¿Estás segura?

- Sí, no estés nervioso- me dice intentando tranquilizarme.

Me guía hacia la puerta verde, la toca y con paciencia espera. Un pony marrón de melena rojiza, ojos ámbar, nos atiende. Tenía una apariencia algo dura y cara de pocos amigos.

- Buenos días, Sweet Key ¿Qué les trae por mi establecimiento este día? Por favor, pasen- nos ofreció el paso. Ella entró primero y la seguí.

Al pasar al lado de él, me miró seriamente. Aunque fuera amable con la invitación, me daba mala espina.

- Necesito un favor, Axle, mi inquilino precisa de empleo, ¿Podrías darle un puesto? Te aseguro que no te decepcionará- al acabar de hablar, el otro pony me examinó con la mirada.

- Por ti, veré lo que puedo hacer- sonríe.

Luego de un rato, ella se retiró, dejándome a solas con su amigo. Bueno, técnicamente no. Al salir afuera, varios potros entraban con su uniforme amarillo y salían tirando de los carromatos.

- Sígueme- dijo llevándome al acampado, y en el fondo me entrega un... bueno, una carreta- Toma- terminó dándome un uniforme y un mapa- Comienzas desde hoy.

Me le quedé mirando con incredulidad, pero la cosa iba en serio.

Pasaron varios días, y me estaba yendo bien con mi nuevo empleo, en poco tiempo me acostumbré a navegar mejor por este mar de concreto, incluso alguno clientes habituales me llamaban 'Rayo Rojo,' por mi icónica bufanda, que nunca me quitaba.

Los días pasan, algunas veces la señorita Sweet Key me trae algo para comer. Anteriormente, venía de visita a la central de taxis, según lo que contaron los más veteranos, no tan seguido, pero venia. Algunos sospechaban que había algo entre ella y el jefe, pero eran tímidos en esos asuntos.

En fin, hoy estoy trasportando a alguien muy familiar ante mis ojos y a su acompañante ¿Cómo eran sus nombres? ¡Ah sí! Suri Polomare y Coco Pommel. Me hicieron llevarlas a su pequeño taller. Al bajar, me pagaron y seguí mi camino.

Al alejarme, escuché un leve grito. No le presté atención. Al dar la vuelta en una esquina, me topo con un pequeño bache haciendo rebotar mi carreta, escuchando un leve sonido. Me paré, o más bien, estacioné, quité la correa de mi cintura y me fijé en el asiento. Había una bolsa celeste con rosa, la abrí con cuidado, en el interior había varios artículos de tejido y demás. Me quedé pensado un poco la situación y la respuesta viene a mi cabeza 'Es de esa pony color crema blanca y melena celeste... ¿Cómo era? Coco' recordé. Debía apresurarme, pues un cielo gris anunciaba una tormenta, entonces me puse en marcha, galopé a la dirección de donde me había ido. De repente, comenzó a llover '¡Qué conveniente!' me dije rebuznando un poco. Una silueta a cierta distancia empezó tomar forma corriendo hacia mi dirección.

Era ella, gritando.

- ¡Bufanda roja!- suerte la mía, que siempre llevo mi regalo puesto. Me detuve.

- Perdone señorita, esto es suyo- dije. Ella me vio y sonrió. Estaba empapado.

- ¡Me salvaste! Algunas veces soy olvidadiza.

- Suba por favor, la llevaré a casa- ella asiente y se introduce en el carro.

- Si no fuera por su amabilidad, no cumpliría mi sueño de ser modista- dice alegre. Yo sólo sonrío- Por cierto, ¿Dónde compró esa bufanda? Se ve bien- me pregunta.

- No la compré- dije- Fue un obsequio de una amiga de muy lejos de aquí- le respondí con una sonrisa- Bueno, llegamos.

Descendió y entró rápidamente a la tienda. Nos despedimos y me retiré antes que empeorara la lluvia 'Ella será muy importante' me jacté con una risa.

En el trayecto, busqué un refugio. Otra figura más pequeña, del tamaño de un potrillo, se acercaba a mí. En un momento, al acercarme, esa figura colapsa. Me detengo, lo más rápido que puedo me acerco a la acera y veo a una potrilla.

Me detengo, la levanto y la coloco en el carruaje, y me apuro preocupado en dirección al hospital.

Mis días en ManehattanWhere stories live. Discover now