Mi dias en la ciudad

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Ha pasado más de una hora desde que llegué al hospital, preocupado por lo sucedido, y las cuestiones rondaban mi cabeza '¿Quién será?, ¿Por qué está sola? ¿Acaso escapó de casa o algo así?' Los procedimientos que los doctores tenían para con ella; esa potranca de tez ceniza, melena celeste y ojos violetas. Cuando la encontré, su respiración estaba agitada y tenía fiebre. Me quedé a esperar lo mejor.

El tiempo transcurría lenta y pesadamente.

- Disculpe, señor- me llamó la atención una enfermera.

- Sí, perdón, ¿Necesita algo?- respondí saliendo de mi trance.

- Necesito que responda a algunas preguntas.

- Ehm... No hay problema- respondí lo que pude y contándole lo que pasó. En un momento, un médico sale del cuarto de la potrilla y se acerca a mí.

- Ya está estable, puedes pasar- me lo decía aliviado.

Entré a la habitación y la vi recostada y bien cómoda. Mi preocupación por esa potrilla se había calmado un poco. Suspiré aliviado, me acerqué.

Se veía tranquila descansado ¡Era simplemente tierna! Proseguí a sentarme en una silla, el médico me dice que ella se quedará algunos días para observar su estado, y sólo asentí, me acerco a su cama y al mirarla con calma, una paz reinaba en mi corazón. Pasaron unos minutos y me quedé dormido con una leve sonrisa de felicidad.

Es de mañana en el hospital. Me desperté, por así decirlo, pero en realidad me despertaron de un golpe. Estaba sacudiendo mi cabeza cuando mi visión volvió a la normalidad. Vi a la potrilla, me miraba confundida '¡Qué fuerte patea!' me dije.

- Parece que ya estás mejor- le sonrío. Aún confundida, examina el lugar- Te deberás estar preguntando dónde estás, pequeña. Estás en el hospital, mi nombre es Golden- me presento- ¿Y tú cómo te llamas? -le pregunto.

No recibí respuesta, no quise decir más. Caminando hacia afuera, llamé a una de las enfermeras que estuvo anoche. A los pocos minutos el doctor entra, me ve y examina a la potrilla. Ella tímidamente se cubre con las mantas. Me acerco.

- Cálmate, nada te pasara- dije hablándole suavemente- Confía en mí- sonreí tratando de calmar a la pequeña.

Los días pasaron, yo, como siempre vistiendo mi bufanda roja, iba a visitar a esa potrilla. Algunos del establecimiento decían que luego de mis visitas era más fácil tratarla. Era tímida, pero tenía una actitud algo fría, no había día sin que intentáramos hacer que hable, ni siquiera sabíamos su nombre.

Ya pasaron unas semanas más de lo necesario, y se debatían el qué hacer con ella, la veía y era un pedacito de alegría. Algunos del personal la llamaban 'la hermanita del rojito.' Realmente la trataba como mi hermana, y tras debatirme por varios días, me decidí.

Hoy le dan el alta a la pequeña. Camino sonriendo por el hospital, avancé alegre y entré a su cuarto. Como siempre, me recibía con una sonrisa.

- ¿Estás lista?- le dije. Inclina levemente la cabeza confundida. Sonrío- Desde hoy vivirás conmigo, mi pequeña hermanita.

Al escuchar esas palabras, unos hilos plateados de lágrimas aparecieron en sus ojitos violeta al saltarme encima, dándome un abrazo.

- Llám... llámame porfa... favor... Diana- tartamudeaba de alegría.    

Mis días en ManehattanWhere stories live. Discover now