Mis dias en la ciudad

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Los días pasaron como gotas en una tormenta. Sin duda esa experiencia me cambió bastante, o simplemente desperté aún más. Actualmente ella empezó a vivir conmigo en el pequeño departamento. Cada día que la veo despierta es otro rayo de sol en mi vida. Desde que llegó, la señorita Sweet Key me ayudó a cuidarla mientras yo iba al trabajo.

Al regresar Diana me esperaba en la puerta y al abrir veía su sonrisa que me alegraba aun más el día. Como siempre, me contaba lo que había hecho en todo el día.

Había hecho sitio para que ella pudiera dormir. Cada noche acostumbraba despedirme de ella dándole un pequeño beso en la frete. Hoy fue especial, distinto a los demás.

- Bien, pequeña, a dormir- le dije con calma.

- Pero si no tengo sueño. Un ratito más, ¿Dale?- dijo poniéndome unos ojitos de cachorrito- ¿Siiiii?- creo que muchos cederían con eso.

- No mi Diana, ya es muy tarde. Vamos- dije llevándole a la cama. Ahí la arropé haciendo el mismo rito de cada noche.

- Te quiero mucho, hermano. Mucho- me dijo cuando terminé.

- Yo también, pequeña- fue lo único que dije.

Saliendo de la habitación, antes de cerrar la puerta, una hoja me llama la atención. La tomo cerrando la puerta. Avancé al sofá, me senté y vi la hoja pintada con crayones: habían dos ponis, uno era de pelo negro y piel verde, y la otra gris de pelo azul. Arriba decía "Papá y yo" Me conmovió bastante este simple dibujo, tanto, que se me hizo un nudo en la garganta.

Al momento escuché un ruido que venía del cuarto de Diana. Me despejé, me concentré, y fui a ver qué sucedía. Entré con cuidado, pensaba que estaba jugando conmigo. No sería la primera vez que lo haría. Miré alrededor para asegurarme de no caer en uno de sus trucos, pero no había nada. Divisé su cama. Ella seguía agitándose, parecía tener una pesadilla. No me atreví a despertarla.

- Por favor... no me dejen sola...- murmuraba en sueños- ¿Por qué se fueron?

'¿Qué sucede?' me decía a mí mismo. Quise despertarla, pero, no sé, no podía. Dudaba y quería saber. En un momento, se calmó y unas palabras brotaron de su boca.

- ¿Quién es? ¿Qué hacen? ¿Dónde me llevan?- luego de eso, vi dibujarse una sonrisa de su rostro.

Pasó mucho tiempo desde que dejé Ponyville. Muchas cosas cambiaron en mi vida, la llegada de Diana fue lo más sorprendente que me pasó. Pedí el día libre a mi jefe, y decidí llevarla a un día de campo para nosotros dos.

Al llegar al enorme parque, buscamos un lugar, desplegamos la manta, colocamos la comida que trajimos en una pequeña cesta y almorzamos. Jugamos juntos y demás, incluso algunas ponis se mostraban interesadas. Así pasó un tiempo.

- Diana, ¿Me puedes decir algo?- pregunté al fin.

- ¿Qué cosa?- me miraba curiosa.

- ¿Qué sucedió con tus padres?

Me mira, agacha la cabeza y deja fluir un hilo de lágrimas.

- N... no llores- dije nervioso.

- Están... Están... No están. Estoy sola- empieza a llora. La miro.

- No estás sola. Te ayudaré a buscarlos. Yo estoy aquí, pequeña- me acerco y le doy un abrazo. Se calma un poco y comienza a contarme.

- Me dejaron en un orfanato, así me dijeron. Eran muchos potrillos, me gustaba, pero algunos me molestaban. Cada día veía por la ventana por si regresaban. Aunque no lo recuerdo, veía que venían pero nunca llegaban, ¿No me querían? ¿Les hice algo? Un día decidí escapar, y así te conocí.

- Yo te cuidaré, mi pequeño tesoro- le susurré abrazándola más fuerte.

El día llegó, nos preparábamos. Le conté a ella dónde íbamos a vivir. Se alegró.

Ya en la estación nos despedimos de todos.

- ¡Tengan suerte!- gritan la señorita Sweet Key y Axel.

Muchos compañeros del trabajo también estaban allí, despidiéndonos con los cascos en alto. El silbato suena, los motores resoplan poniéndose en marcha.

- Siguiente parada, Ponyville- le dije a Diana con una sonrisa.

Ella asintió devolviéndome su sonrisa.

Mis días en ManehattanWhere stories live. Discover now