Capítulo 1

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Había fallado terriblemente en volver a Ariel a su figura original, en transformar las esbeltas piernas en una escamosa cola de pescado. Ariel y su hijo vivirían bajo la protección del príncipe para siempre, siendo atendidos con los mejores cuidados dentro de los tantos muros del palacio real. Mientras que ella, había quedado a la deriva, cargando en su vientre un hijo de un hombre al que no amaba.

El rencor y la desdicha fueron encapsulados en su corazón que gradualmente se fue tornando frío, escarchado por las penas, las mismas que le impidieron hacer uso de su magia. Úrsula estaba desamparada, destruida y debilitada, sin embargo, aún poseía una pequeña esperanza. El bebé que crecía dentro suyo fue esperado y amado desde el primer instante en que supo de su existencia.

Sin ser capaz de adoptar su forma natural, Úrsula no tenía un lugar al cual ir, de modo que, sin otra opción, decidió quedarse al lado del capitán Garfio. El pirata de largas barbas y nariz prominente jamás logró ganarse su amor, pero sí su afecto. No era el hombre más cariñoso o atento, no existía ninguna pizca de romanticismo en su actitud, sin embargo, solía cuidar de ella a la distancia, resguardándola de los peligros del amplio mar al que Úrsula ya comenzaba a extrañar. Nunca la comida escaseó, el pequeño crecía fuerte en su vientre bajo el cuidado de ambos padres.

Cuando nació, ella decidió llamarlo JongIn. Los piratas, sin embargo, lo apodaron Kai tan pronto como vieron el par de ojos avellana abrirse. Era un nombre corto, más que perfecto y compatible con su aspecto adorable, pero tenaz, con su piel acaramelada y cabello tan oscuro como las aguas más profundas del océano.

Ella lo adoró desde el primer instante. JongIn fue travieso desde el nacimiento. Solía reír y sujetarse al gancho filoso que suplía la mano de su padre cuando aprendió a cerrar sus pequeños puños. Garfio no cambió demasiado a partir de entonces, o por lo menos no a los ojos de la tripulación. Pero Úrsula podía notar pequeñas acciones diferentes, tenues sonrisas que lo surcaban cuando estaba cuidando del bebé. Ella sabía que él también lo quería.

Kai creció con bizarría, no temiéndole al entorno en el que vivía. Le gustaba nadar, pero ella jamás lo dejó ir demasiado hondo. Úrsula conocía mejor que nadie los peligros inminentes que moraban a lo largo y ancho de los mares y evitaba a toda costa que su hijo se expusiera a ellos.

Por años navegaron abordando aquel barco, con sus velas hondeando al viento y el salado aroma de la briza marina, descubriendo, conociendo, conquistando. Cuando JongIn cumplió la edad suficiente, aprendió a robar. Solía acompañar a su padre y al resto de los piratas en sus hazañas, abordando a otros barcos y capturando los tesoros que otros habían desenterrado. Las joyas más hermosas eran especialmente guardadas para ella, su madre, y Úrsula las conservaba con gran afecto.

Visitaron tantos lugares que pronto ese se volvió su hogar; el mar, dentro del barco.

A los diecisiete años, JongIn era un chico alto, de complexión delgada y músculos forjados. Su piel para entonces era tonos más oscura debido a las horas bajo el sol intenso y llevaba el cabello largo y trenzado. Era demasiado apuesto y Úrsula rebosaba orgullo.

Habían pasado pocos días desde el último aniversario del nacimiento de su hijo, cuando ocurrió lo que jamás pensó. El barco retornó al punto en el que fue hallada aquel día, años atrás. Cuando vagaba solitaria y vencida con pies descalzos sobre la arena.

—¡Increíble! Padre, ¿qué es eso? —JongIn se cubrió los ojos del sol colocando una mano contra la frente y agudizó la vista.

El ancla acababa de ser arrojada, conforme avanzaban hacia tierra firme, la velocidad disminuía. Frente a ellos se extendía un amplio terreno y más allá, se vislumbraban enormes muros desde donde sobresalían tres grandes torres. Un banderín color sangre coronaba la más alta.

Descendientes ⚓ KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora