Capítulo 3

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  —Voy a mirar.

—¡Basta!

JongIn profirió una tenaz carcajada al ser alcanzado por el montículo de arena que KyungSoo le lanzó a modo de reclamo. El príncipe había comenzado a embutirse dentro de sus prendas secas y él permanecía con los ojos cerrados, bromeando sobre husmear y no haciéndolo en realidad.

Si debía ser honesto, sí sentía una pizca de curiosidad por despegar la mano de sus ojos para echar un vistazo; ya había presenciado el cuerpo del muchacho, aunque escasamente, y se había deleitado con la vista. KyungSoo poseía una figura diminuta en comparación con él; tenía hombros estrechos y torso delgado. Sin embargo, su cuerpo era como una obra de arte, con sus curvas en los lugares necesarios y piel que le agradaría tocar.

JongIn, en cambio, se mantenía con sus prendas mojadas. La brisa fresca le hacía estremecerse por el frío, pero la calidez del sol aliviaba un poco. Fue arrancado de sus curiosos pensamientos cuando KyungSoo volvió a su lado, rozando sus hombros al sentarse junto a él.

—¿Entonces... no tienes un hogar? —preguntó el muchacho, girando la cabeza hacia él para logar verlo. JongIn no abrió la boca, no podía darle una respuesta—. Puedes venir a mi casa, si quieres.

Después de hacer la proposición, el muchacho tomó la toalla esponjosa y comenzó a pasarla por su cabello. JongIn tuvo que inclinarse un tanto para que KyungSoo tuviera un mejor acceso. Estuvieron en silencio mientras el príncipe se aseguraba de secar lo mejor posible su cabello.

—Me gusta —comentó, acabando con el silencio que solo era llenado por el sonido de las tranquilas olas—, tu cabello, me gusta mucho.

JongIn cruzó la mirada con la suya, saboreando el deleite que eran los ojos marrones de KyungSoo. A él también le gustaba el cabello del príncipe, a decir verdad, estaba encantado con él, pero mantuvo las palabras dentro de su boca.

—Debemos irnos ya —dijo KyungSoo, levantándose y sacudiendo la arena de su ropa—. Si no llego pronto, mis padres vendrán a buscarme.

Parado delante de él, KyungSoo ladeó la cabeza, como esperando por algo. JongIn entendió entonces que estaba esperando su respuesta. No se suponía que sucediera así, KyungSoo tendría que estar en esos momentos en manos de su madre, bajo el agua, pero debido a un error, había acabado salvándolo de ser devorado e invitándolo a ir con él.

Tuvo el impulso de decir que sí. Sentía una inevitable necesidad de prolongar el tiempo que pasara con él, pero no podía pensar de esa forma, no cuando su madre tenía planes distintos. Volver al barco y enfrentarse a las dudas de su madre tampoco era una opción, de modo que decidió hacer lo mejor para él. Se obligó a pensar que lo hacía únicamente por su madre, para permanecer cerca del enemigo y vigilarlo en todo momento. Si obtenía su confianza, sería más fácil atraer a KyungSoo con él.

—Supongo que puedo ir contigo.

La sonrisa que KyungSoo le dedicó fue incluso más cegadora que el propio sol. La felicidad resplandecía en esa simple mueca y Kai sintió lástima de la nobleza del chico.

—Vamos, estoy hambriento.

El príncipe tiró de su brazo y le hizo levantar antes de comenzar a arrastrarlo con dirección al castillo. JongIn dejó que lo llevara, mirándolo divertido desde atrás con las manos aún unidas.

—Um, ¿cómo te llamas? —cuestionó KyungSoo, deteniéndose por un instante para mirarlo.

JongIn pronunció una lenta y alargada sonrisa, inclinándose hacia el príncipe que era considerablemente más bajo que él y evitando así traslucir el ligero nerviosismo que KyungSoo le causaba. JongIn no solía azorarse frente a la presencia de ninguna persona, al menos no antes de conocer al chico.

Descendientes ⚓ KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora