•1: No te ilusiones.

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No me despertó el sonido de la alarma. No me despertó mi madre con una radiante sonrisa y un afectuoso "Buenos días". Y ni mucho menos me despertó mi propio instinto.

Me despertó el agua en mi rostro, más helada de lo moralmente aceptable, y las palabras, chillonas y enfadadas, salieron antes de que pudiera detenerlas. Era más que predecible quién había sido el causante de mi involuntario baño.

—¡Jason! ¿hoy tienes ganas de morir? —gruñí en voz alta, y probablemente interrumpí el plácido sueño que todo el vecindario debería estar teniendo cuando otro chillido se escapó de mis labios al ver el rostro de mi hermano menor crispado de satisfacción. En sus manos llevaba un vaso vacío, y de verdad deseaba pegarle con fuerza en esa carita suya ¿Por qué esas ánsias de molestar no se apagaban ni siquiera a las siete y veinte de la mañana? Traté de no temblar, ignorando la corriente de frío que se extendió por mi mojada espalda. Otro día de escuela se avecinaba, y en San Francisco, con estas temperaturas tan bajas que asustaban, eso no era nada bueno.

Eché al idiota de mi habitación y contemplé el calendario virtual colgado en la pared que mi abuela tan generosamente me había regalado... años atrás, cuando aún seguía recordando que respirábamos; "3 de febrero. 2014", recitaba éste, a lo que no pude evitar pensar que faltaba un mes exacto para mi cumpleaños. Ese cumpleaños que me haría mayor ante el criterio de la ley y que podría permitirles que me encarcelaran si era necesario.

Una suerte para mí que fuera una persona bastante tranquila.

Minutos más tarde, con el cabello ya seco y ropa habitual de un día de escuela (conjunto que constaba de gastos jeans y camisetas de diversos colores. Hoy era roja porque... se me dio la gana), bajé a la cocina y observé a Jason mirar atontado la televisión, prestándole suma importancia a las palabras de la bonita conductora que promocionaba esas cosas raras que te colocabas en la piel y te hacían adelgazar ¿cómo era que se llamaban? Pintando una sonrisa diabólica, me acerqué por detrás y zarandeé enérgicamente el cuerpo del adolescente hormonal que tenía por hermano ¿había algo más divertido que escuchar su grito de miedo?

—¿Qué crees que haces, tarada? —exclamó él, dándose la vuelta indignado, mientras yo reía desquiciadamente ¡Ja! Se lo pensaría dos veces antes de tirarme agua casi congelada para levantarme... Bah, quizá estaba exagerando un poco...

—Sólo me estoy vengando —respondí vaga, al tiempo que tomaba una manzana de la alacena (por favor, no pregunten por qué las guardamos allí, nadie lo sabe). —¿Dónde está mamá?

Entonces suspiró y dibujó una sonrisa cansada; la respuesta fue evidente para mí, que ya acostumbrada estaba a la rutina de mi progenitora ¿dónde más estaría... sino en su cuarto? Pero, claro, algo obvio era que no se encontraba ahí sola ¿quién sería su "paciente" de hoy? Era increíble lo que un prólijo rodete y unas prendas dignas de cualquier médica en el mundo podían hacer, y es que nadie imaginaría que la doctora Carter podría ser una completa... Ya, es mi madre, debo respetarla aunque sea un poco. Pero es que...

El autobús tocó su bocina. Apretando con cierta fuerza las correas de mi mochila, dejé la fruta a medio comer y dirigí mi mirada hacia Jason, que inútilmente peleaba contra su indomable cabello castaño recientemente cortado. Empujé de forma amistosa su brazo, abrí la puerta, entré en el vehículo y después de sentarme en uno de los lugares libres, giré mi cabeza a la izquierda....

...para encontrarme con una de las mayores sorpresas de mi vida.

De pie en la acera contraria a mi casa, estaba Frank Rumsfeld, mi vecino de psicóticas ideas, melódica risa... y veintiún años. Mostró su fantástica sonrisa blanca que, en la tenue oscuridad que invadía la mañana, parecía relucir, y sus ojos, de ese hermoso verde que hipnotizaba, comenzaron a buscar algo... ¿Soy capaz de describir la emoción que sentí apenas descubrí que ese "algo" era yo? No. En el momento que nuestras miradas chocaron, me inspeccionó alegre y sacó a la luz un cartel que escondía tras su espalda, mi nombre escrito con ¿simpática? caligrafía en la cartulina:

"¡En un mes podremos tener sexo sin que exista la posibilidad de que yo vaya preso, Claire Jones! ¡Feliz casi cumpleaños!."

Me quedé en shock. Ay, por Dios, ay. Estaba drogada y por eso estaba leyendo eso ¿no? Lejos de cuestionarme cómo sabía cuándo era mi cumpleaños, empecé a reír. Mucho. De una manera histérica e ignorando completamente a los otros inocentes estudiantes a mi alrededor ¿qué diantres le pasaba al rarito ese? ¿Qué diablos me sucedía a mí? Era normal ver ese tipo de ocurrencias en él, lo había comprobado hace dos años atrás, cuando se había mudado, pero presenciar esto... Era demasiado ¡si a duras penas conversábamos! Mis mejillas ardieronr y, torpemente, alcé mi mano y lo saludé a través del vidrio... sabiendo que mis labios se curvaban de forma estúpida y embobada. No tuve tiempo de decir "gracias" que el bus arrancó su marcha.

Lo que hizo que la realidad me golpeara...

Lo que logró que no viera su sonrisa de vuelta...

Lo que me prohibió hacerme ilusiones.

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No sé, nunca me gusta como me quedan los primeros capítulos :B Pero en fin ¡hooola! Algunos ya me conocen por I will fix you, y otros ni siquiera me conocen (y creánme, no se pierden de nada XD). Pero ¡ay! Estoy muy emocionada por esta novela, ya tengo muchas ideas y asdfghjk. Es la primera vez que escribo en primera persona, así que dénme tiempo para mejorar e.e

¿Cómo se imaginan a Claire? La voy a describir en el próximo capítulo, pero quiero leer sus suposiciones *-* ¿Y qué les pareció el capítulo? ¿alguna sugerencia que dar?

En fin, espero que les haya gustado :3 Voy a tratar de subir otro pronto:)) Adeus!

-Agus.

PD: ¿Existen siquiera los calendarios virtuales? xD

Manual 1: Cómo resistirte a tu vecino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora