•2: No lo espíes.

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No comprendí cómo era que sabía el día en el que había nacido hasta que el autobús arribó al colegio. La verdad es que me sentía tonta por no adelantarme a lo obvio...

Stephanie Rumsfeld, esa era la respuesta.

Se preguntarán "¿De quién estaba hablando?". Pues, muy fácil, de la hermana pequeña -no tan pequeña- de mi vecino. Una niña de la edad de Jason, con enormes iris marrones y mucha más altura que la mía (era patético). Si bien no vivía con Frank, a veces iba a su casa y, cuando lo hacía, solíamos reunirnos ¿por qué? Bueno, en resumen, el chico hormonal con el que yo compartía techo tenía un leve "crush" con la pobre muchacha, que era brutalmente atenta y recordaba todas y cada una de las fechas... importantes. Así que apostaba lo que fuese a que ella había sido quién le había avisado.

Bajé del vehículo, los alterados de atrás mío apurándome. Ahí, pecosa en extremo, me esperaba Francesca. Su cabello se mostraba ligeramente colorado a la luz del sol matutino que recién aparecía, obligándonos a entrecerrar los ojos para poder divisarnos bien.

—¿Por qué te pareces a un tomate el día de hoy? —fue lo primero que dijo.

¿En serio seguía sonrojada? La miré con una mueca de disgusto.

—Soy un desastre.

Me sonrió tierna. —No seré yo quien niegue eso.

He ahí uno de los motivos de por qué era mi mejor amiga.

Adentrándonos al recinto de grandes tamaños, caminamos juntas a nuestra clase de matemáticas, una de las pocas que compartíamos todos los años. De hecho, fue ahí donde nos conocimos; era nuestro primer día en la secundaría y estábamos aterradas ¿quién no? Los mayores nos miraban raro, evaluándolos, juzgando qué papel tendríamos en ese mundo tan loco denominado escuela... Hasta que el tiempo pasó y decidieron que seríamos "esa chica de cabello marrón que insulta cada dos palabras" y "la muchacha de puntitos en la cara".

Francesca hizo una mueca de sufrimiento al entrar al salón. —¿Por qué este hombre jamás se enferma? —pues, como era costumbre, el señor Owen había asistido a impartir su clase. Sabía que eso era lo que los docentes hacían, mas... Él dejaba mucha tarea, tanta que me podría ahogar en ella. Igual, para ser justos... esa era esa la única razón por la que la mayoría no lo soportaba ya que, en realidad, era bastante... cool, guay, como gusten decirle. Me dio un codazo para llamar mi atención.

—Mira quién se dignó a venir... —susurró, posando su mirada en el muchacho de oscuro cabello y oscuros ojos, características que contrastaban fantásticamente con su pálida piel. Jack Boneu era su nombre, y creo que el único color con el que lo vi vestir era... negro. Aunque los prejuicios sin lugar a dudas lo calificarían como alguien misterioso y cerrado, si lo conocías, podías darte cuenta que era considerablemente interesante. Sabía mucho sobre todo y tenía un humor tan peculiar que te hacía reír; un humor irónico, sería la descripción perfecta. El único problema era que pocos se tomaban el tiempo de descubrir su personalidad y lo etiquetaban sin más de antisocial (o asocial, no me jodan con los términos) ¿no era así cómo funcionaba la sociedad? Ya, debo dejar de comportarme filosóficamente, parezco hipster.

—Fran, ya te lo dije, faltó una semana entera porque estaba enfermo.

Rodando ambas los ojos, nos sentamos en el fondo de la clase. No podíamos negarlo, éramos unas flojas a las que la simple idea de estudiar les aterraba. Era por eso que los profesores nos odiaban pese a que, al menos en mi caso, los quería. O no precisamente querer, no es que sintiera mucho cariño por ellos, pero como este profesor me agradaba al fin y al cabo yo... ya no sé lo que digo.

—Hey, Jack. —dije. Él volteó y sonrió, una sonrisa de lado que tenía tintes de diversión.

—Hola, Claire ¿resolviendo los cálculos de la pizarra como la buena alumna que eres?

Manual 1: Cómo resistirte a tu vecino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora