Conjuro para invocar la memoria del amado ausente.

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Invoco al recuerdo insistente del olor de tu piel sobre mi almohada, dulce y cándido aroma, así como el olor a tierra mojada que anuncia la llegada de las lluvias veraniegas. Me aferro a él, como lo haría un condenado a su camándula al recorrer su camino hacia el patíbulo.

Invoco al recuerdo de tu sonrisa inocente, esa misma que tantas veces conjuró para mí la felicidad perdida.

Invoco al recuerdo de tu juvenil voz, aquella que como el canto de criatura mística, tiene el poder de levantarme, apaciguar las penas y contenerme.

Invoco la pureza de la luz que de tus ojos se desprende, ojos profundos, diáfanos y cristalinos, que me dejaron ver la pureza infinita de tu alma inocente.

Invoco la tibieza de tu piel, aquella cálida potencia sentida en cada abrazo que me diste para ahuyentar las penas.

Siento que te perdí por intentar retenerte y tarde comprendí que aunque tú no lo supieras, me enseñaste a amar libremente.

Invoco todo ello, con la esperanza de que sirva cada noche como guía, para que aunque sea en sueños pueda verte, pueda abrazarte, pueda amarte libremente.

Lo invoco como defensa desesperada contra la visita cotidiana del Ángel de la Muerte, que me exige pagar por mi propia mano y con mi vida el castigo por no saber comprenderte.

Lo sello todo con mis lágrimas, que brotan con cada recuerdo.

Cierro los ojos y me abandono en brazos de Morfeo, con la esperanza de despertar a tu lado, para poder amarte libremente como amigo y como hermano.



Grimorio para las penas del almaWhere stories live. Discover now