💧↠Ojos tristes↞💧

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«Al principio Napstablook tiene 6 años y Mettaton tiene 8 años, ok. Luego van a ir creciendo, jajaja.»

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Mettaton adoraba ir al parque. No al que se hallaba justo frente a su casa si no aquel que era conocido por ser el más grande y uno de los más hermosos de la ciudad.
Tenía todo lo que un niño de ocho años pudiera exigir: un carrusel, columpios, toboganes, cajas de arena, puestos de golosinas y muchos otros pequeños con los que podía jugar. Por todos aquellos motivos, a diario le suplicaba a su madre Alphys que lo llevara a aquel lugar. Y todos los que conocían a Mettaton sabían lo imposible que resultaba negarle algo a esos ojitos rosados llenos de vida y a esa hermosa sonrisa que nunca abandonaba su rostro.

Aquella tarde, como todas las demás, caminaba jubilosamente de la mano de Alphys en dirección al parque mientras le contaba diferentes anécdotas que le habían ocurrido aquella mañana en el colegio.
Sólo les tomaba unos diez minutos hacer el viaje hacia su destino, pero como la paciencia no se encontraba en las virtudes de Mettaton, el camino le parecía durar una eternidad.

—"Llegamos." Anunció Alphys, al mismo tiempo que soltaba la mano del pequeño. —"Puedes ir a jugar, pero procura quedarte dónde pueda verte. Le advirtió.

Mettaton no esperó a que se lo dijera por segunda vez, se alejó dando pequeños saltitos hacia los columpios, su atracción favorita en todo el parque. Le encantaba impulsarse para luego sentir cómo el viento golpeaba su rostro. A menudo se imaginaba que al hacerlo podía tocar el cielo con sus pequeñas manos.

Sin embargo, cuando llegó a los columpios se encontró con que todos estaban ocupados. Incluso aquel en el que siempre se sentaba: el rosado con franjas azules. Se molestó mucho y deseó que el chico que había robado su asiento se lastimara para poder tomar su lugar. Luego se arrepintió de haber pensado aquello y se preguntó si Santa Claus también adivinaría los pensamientos de las personas.
Mientras se preguntaba a qué juego iría, observó que a lo lejos había un niño sentado en una pequeña colina. Era el único chico que no estaba acompañado. Mettaton sintió curiosidad y se aproximó para poder ver mejor a aquel pequeño solitario. Se sorprendió cuando, al estar casi a su lado, notó que estaba llorando. ¿Por qué alguien con unos ojos tan bonitos se tomaría la molestia de esconderlos bajo un mar de lágrimas?
El niño levantó la vista, provocando que Mettaton se sobresaltara. Tenía la mirada triste y un aspecto decaído. Pensó que no sería educado ignonarlo, así que decidió hablarle.

—"Hola." Lo saludó al mismo tiempo que se sentaba a su lado. "¿Qué tienes?"

—"Nada." Le contestó el niño mientras secaba sus lágrimas.

—"¡Claro que sí. Estás llorando!" Acotó Mettaton.

"Por supuesto que no."

"Puedes contarme lo que te aflige. Se me da muy bien guardar secretos. Dijo Mettaton con una cálida sonrisa dibujada en su rostro.

El niño triste se encogió de hombros y desvió la mirada.

—"Me siento solo." Admitió. De nuevo volvió a sentir como pequeñas lágrimas iban cayendo por sus mejillas.

—"¿Solo?" Repitió Mettaton. —"¿No tienes amigos?" El pequeño negó con la cabeza. —"Pero si tienes a tus papás, ¿verdad?" El niño volvió a hacer un gesto de negación.

—"Tengo a mi madre, se llama Undyne. Pero parece que no le importo."

Mettaton se calló por un instante. Pensó en cómo se sentiría si no tuviera a alguien con quien jugar, ir al cine o divertirse en la escuela. Incluso se imaginaba cómo sería su vida si su madre no lo quisiera.

«Two Ghosts» ➴MettablookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora