Era un martes, un martes común y corriente, sin nada especial, solo era un día lluvioso y yo sabía que al llegar a la escuela iba a llegar todo empapado, por lo cual no me enfoque en bañarme, porque solo iba a desperdiciar agua, y para nosotros no es sólo tirar agua si no que es un gasto y no tenemos dinero para estar pagando. Era muy temprano pero parecía como si aún fuese de noche pero yo ya tenía que irme a la escuela; en ese tiempo yo tenía 14 años e iba en la secundaria.

-Hijo, si ya estás listo baja y agarra tu desayuno para ya irte- Me grito mi madre.

-Si mamá, no te preocupes-.

Realmente no me sentía contento de ir a la escuela, lo sentía nada más como lo que es, solo una obligación, no me gustan las tareas siento que solo son un objeto de manipulación que no te deja tener una tarde libre, y se supone que la casa es para descansar, bueno, eso es lo que pienso yo, pero no nos salgamos del tema.

Cuando por fin estuve listo me encaminé a agarrar mi miserable desayuno, digo miserable porque solo me mandan un bolsillo y una manzana de un árbol que está plantado cerca de la casa, pero me tengo que confirmar con esto, prefiero a comer esto y pasar medio día con hambre a que no comer.

Como ya les había dicho la madrugada estaba lluviosa, pero tuve que salir para irme a la escuela, pero para llegar tengo que pasar por un largo camino que lo divido en tres, primero tengo que pasar por un camino de grava en medio del bosque, y es un trayecto muy largo,  luego tengo que irme a un puente colgante que pasa encima de un sumidero con un río que cruza todo el sumidero, este puente es viejo, y está a punto de caerse, pero es donde tengo que pasar porque es el único camino que nos comunica con la escuela, cuando paso el puente paso por un camino de tierra que lleva a un pantano, cuando no llueve se puede pasar tranquilamente, pero cuando llueve el agua sube y a veces me llega a la rodilla, y sí, al cruzar el pantano me manche toda la pantorrilla, y sí esto no podría ser peor se me ocurrió irme por un camino de piedras (según para poder pasar el pantano más fácil) pero puse una piedra llena de musgo, y me resbale manchando me todo y además con un golpe en la costilla, pero por suerte no me pasó algo más grave, solo hice que mi uniforme “blanco” se tornará de un café, y ya estaba cerca de la escuela y yo ya no podía hacer nada.

Al llegar a la entrada de la escuela me topé con “grumos”, es un niño alto, gordo, y lleno de granos en la cara, y es un líder de una banda de brabucones, y yo soy el niño al que más molestan,, yo fui el que le puso grumos, ya que como no sabía su nombre y no tenía un amigo que me dijera su nombre decidí ponerle ese, y como es una bola de grasa…le queda.

-¿Qué? ¿Vives en una granja de cerdos, o qué?- me preguntó mientras sus amigos se reían.

-¿Por qué dices eso?- lo dije en forma de susurro para que según no lo escuchará, pero, lo escucho.

¿Por qué lo dije? Porque eres realmente uno, ¿Sí o no chicos?-.

Todo su grupito ¡me quedo viendo mientras se reían de mi. Todos estos años ocultando mi furia, pero me di cuenta de que ya no lo podía guardar por más tiempo, y con todo el coraje del mundo decidí responderle; era hora de darle una cucharada de su propia medicina.

-¿Un cerdo? ¿Yo?, Por favor, estoy literalmente sin carnes, soy puro hueso, a penas puedo comer un pan al día y tú diciendome cerdo, tú no sabes cuánto he deseado saborear me la fruta o el pan que siempre me quitas cada día. El único cerdo de aquí eres tú, ¿Qué no te has visto en el espejo? A lo mejor no, porque cómo estás muy gordo no entras ni en el espejo más grande del mundo, puedo estar sucio pero tú nunca vas a saber por lo que pasó, yo no tengo carro, no tengo padre, no tengo comida, no tengo nada, lo único que tengo es una escuela, cada día que vengo aquí pienso en que por lo menos que me la pasé feliz, pero siempre llegas tú a arruinarlo todo, tú tienes un vacío dentro de ti, estás sufriendo yo lo sé, por eso te desquitas con otras personas para no ser el único que sufre, pero ¿Por qué a mí? Si soy uno de los que más sufren, y más que tú, y no tengo que molestar a otro para saciar mi dolor. Pero yo sé algo más de ti, que tú cerebro está lleno de ¡MIERDA!- Lo último se lo grite.

El me quedo viendo sorprendido y con unas cuantas lágrimas en los ojos que cruzaban por toda su cara, todo su grupito me quedo viendo espantados, y ¿Yo?, pues yo quede satisfecho y tranquilo, pero con o mi vida está llena de problemas y cuando arreglo uno viene otro problema peor. Lamentablemente lo último que dije de su cerebro lo escucho nada má y nada menos que el director que en mi momento de tranquilidad llega conmigo y me agarra del hombro.

-Jovencito, creo que tendrás que venir conmigo a mi oficina a hablar de lo sucedido

Ellías AmadeusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora