Juntos

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Siento la tardanza, pero mi laptop estaba rota. Aquí tienen. Buen provecho.

—Papá, ¿en serio no puedes ir? —el niño de la blanca piel y los lunares arrugaba la nariz y hacía un puchero mientras miraba a sus dos papás—. Por favor, al menos tú, pa… —continuó, tirando un poco de la gabardina.
—No podemos, Stiles —le decía con voz suave Castiel—. Tenemos mucho que hacer, seguro te divertirás con Melissa y Scott…
—Sí, pero…
La enfermera intercedió:
—Sti, quizá la próxima vez. No te preocupes, hablaremos con ellos todo el tiempo por teléfono —decía mirando al niño y a los adultos.
—Además estaremos juntos, y estará la playa, ¡será genial! —le animó Scott.
Stiles no estaba acostumbrado a pasar tiempo lejos de su familia, aunque solo fuera un día.
Los chicos y la mujer se montaron en el auto, que partió rumbo a la salida del pueblo. El Winchester menor se despedía desde el cristal trasero.
—No sé si esto fue buena idea… —el rubio no había emitido un sonido desde que llegaron a la casa McCall y la partida se hizo inminente.
—Sabes que no podíamos ir con él. Es demasiado arriesgado, hay demasiada gente.
Dean solo gruñó por lo bajo y se metió al Impala. Minutos después le sonó el móvil. Era el número de Melissa.
—¡¿Ha pasado algo?! —comenzó alarmado el padre Winchester.
(Papá…) —era la voz de Stiles. (Te extraño).
El cazador sintió un nudo a la altura del pecho.

El Impala aparcó frente a la cochera de la casa Winchester luego de uno de los viajes más silenciosos de su existencia. Los cuatro pasajeros se apearon y fueron entrando rumbo a la cocina, la habitación de los grandes acontecimientos. Un fotógrafo hubiera podido captar desde la ventana un redondo cuadro sobre la emoción esa conocida como expectación, y un cineasta casi habría desmayado ante aquella perfecta representación de un silencio incómodo.
—¿Me quiere explicar alguien qué ocurrió hace treinta minutos en el campo de lacrosse, por favor? —Stiles fue el decidido a rasgar la mudez de la estancia.
Buscó la mirada de su tío, luego la de su pa-Cas y por último la de su padre. Todos excepto Dean evitaron el contacto visual. Este se quedó viendo fijamente a su hijo entre intrigado, desafiante y divertido. Nadie respondió nada. Stiles volvió a insistir:
—Sé que me están ocultando algo. ¿En qué momento apareció esa escopeta recortada, otra vez? ¿Y qué fue esa mirada cómplice con el señor Argent?...
El rubio sonrió parcamente y se recostó bien al espaldar de la silla en la que se había sentado. También estiró sus manos haciendo sonar sus nudillos.
—¿Qué es tan gracioso? —dijo el de lunares algo mosqueado.
Estaba en el lado opuesto de la mesa.
—¿Recuerdas hace unos días cuando te hicimos la misma pregunta? —comenzó Dean.
Entonces recordó: recordó cuando su padre, sin rodeo alguno le había preguntado, es más, afirmado que Scott era un hombre lobo.
—De hecho, estuvimos varios días insistiendo. Al menos estamos a mano ahora.
—Papá, no sé qué creas saber o sepas, pero no es pequeño. Estamos en peligro de verdad —la voz de Stiles era seria.
El mayor Winchester alzó una ceja burlonamente.
—No lo entiendes. Si no les he dicho nada es para mantenerlos a salvo, para protegerlos.
Una carcajadilla ascendió por la garganta de Dean y fue ahogada en su boca, lo que comenzó alterar a Stiles. Sam y Castiel se miraban nerviosos: ¿qué diablos estaba haciendo Dean?
—Te voy a hacer la vieja pregunta una vez más, Stiles —el rubio intentó sonar lo más padre recto que pudo—. ¿Hay algo que esté pasando que debamos saber?
El chico puso su mirada en la mesa y tomo aire para luego expulsarlo sonoramente. Lo habían atrapado al parecer. Odiaba perder contra su padre, a lo que fuera.
—Está bien… —dijo con fastidio—. Scotty… yo… aquella noche en el bosque…
—Déjame facilitártelo más y ahorrarte palabras, hijo —volvió a sonreír ampliamente Dean para luego tornar severa la expresión una vez comenzó a hablar—. En el colmo de la irresponsabilidad, tú y el tonto de Scott decidieron ir a pasear por el bosque de noche a buscar qué-sé-yo habiendo un asesinato sin resolver lo que equivale a un asesino suelto.
—Le dije a Scott que fuéramos para ver el cuerpo. Había leído que estaba solo la mitad, pirateando la computadora de Parrish —las lágrimas comenzaron a caer por las mejillas del chico.
Al escuchar lo del hackeo, Dean miró con enojo a su hermano, quien solo levantó los hombros y las manos en son de paz.
—¿Qué? Es decir: que lo que se haya desencadenado de esa noche es fundamentalmente tu responsabilidad, jovencito. Eso poniendo al margen la falta de carácter del hijo de Melissa que se dejó convencer de esa locura —el tono de voz se mantuvo medio.
No gritó ni un segundo, aunque Stiles sintió cada frase como una bofetada.
—Volviendo al relato: algo comienza a perseguirlos durante su pequeña incursión, pero llegamos nosotros y te salvamos el trasero, solo que Scott no tuvo tanta suerte, y fue mordido por lo que sea que los estuviera persiguiendo.
Stiles era incapaz de levantar la mirada para ver a su padre quien se había puesto de pie y disertaba yendo de un lado a otro de la habitación.
—Dean… —intentó intervenir Castiel.
—¡No, Cas! ¡No ahora! ¿Crees que ocultándolo todo ayudabas a alguien? ¿Crees que actuando por tu cuenta hacías algún bien?
—¡No sabía cómo se lo tomarían!
Ya las voces habían comenzado a elevarse.
—¡Te lo pusimos en bandeja de plata! ¡Fui directo! Te dije: “Es un hombre lobo”. Y ¿qué me dijiste?: “No, papá, ¿estás loco? Los hombres lobos no existen” —Dean aniñó la voz para imitar a Stiles.
—Stiles… —era Cas de nuevo—. Tú papá tiene razón. ¿Por qué mentir? Te dimos la posibilidad de ser sincero…
—¡No lo sé! ¿Bien? No lo sé —el chico se puso unas manos en la cabeza.
No se había movido de su sitio.
—Supongo que yo… tuve miedo o quizá me creí parte de algo… no lo sé. Quería hacer esto solo, por mí mismo —entonces buscó a su padre y le miró a los ojos una vez más—. ¡No puedo depender de ti para todo, no necesito que me protejas todo el tiempo, no soy tu niña pequeña!
Sam arqueó las cejas bastante ante aquel comentario. Dean y Castiel se quedaron sin palabras. Realmente desde siempre, el rubio había sido extraordinariamente sobreprotector con Stiles. Quizá por eso el chico tenía tan pocos amigos. Su padre había copado casi cada espacio de su niñez: entrenaban juntos, jugaban videoconsola juntos, arreglaban autos juntos, incluso el mayor le recogía aún a la salida del instituto… Los poquísimos momentos sin Dean que tenía el de lunares eran el colegio o cuando iba a casa de Scott o cuando pasaba algún rato con Sammy. El Winchester padre incluso se picaba con los niños que eran demasiado rudos al jugar con Stiles o de aquellos que le ganaban a algo: esas cosas solo se las hacía él a su hijo.
—Además —continuó el chico por lo bajo—. ¿Qué hubiera cambiado? Tampoco hubieran podido hacer nada.
—Sobre eso… —Sam se dignó a hablar por primera vez—. Creo que es hora de una lección de historia familiar, Sti.

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⏰ Última actualización: Sep 24, 2017 ⏰

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