La charla

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Tanto Scott como Stiles —y esto es ya mucho decir— se quedaron unos segundos en shock con las palabras del moreno. ¿Hombre lobo? ¿De dónde habían sacado a este tipo? Stiles fue el primero en hablar, como siempre.
—Espera, ¿quién eres? ¿cómo nos encontraste? ¿has escuchado nuestra conversación?...
Parecía que pagaría esos segundos de mudez con un interrogatorio infinito.
—¿Puedes cerrar la boca? —le dijo el de ojos verdes acentuando más su expresión de peligroso.
—Yo creo que nos debes responder las respuestas que te ha hecho.
Al fin Scott había reaccionado.
—No tengo que responderle nada. No forma parte de esto —ese comentario hirió un poco a Stiles. —Iba a hablar solo contigo, pero luego de observarlos todo el día comprendí que no tendría oportunidad de que estuvieras sin tu amigo. Además, ibas a terminar contándoselo.
—Por supuesto, es mi mejor amigo. Es mi hermano.
Aquello recompuso rápidamente al de lunares. Le había pegado un subidón.
Derek puso los ojos en blanco.
—De todos modos, no va a poder quedarse. Debo mostrarte algunas cosas.
—No irá solo contigo a ningún sitio —interrumpió Stiles.
—¿Siempre eres tan molesto?
—No con la gente que me gusta. Y tú no me gustas para nada. No dejaría a mi amigo aquí contigo, solo.
Derek encaró a Stiles y se acercó a él con cara de pocos amigos. Scott se interpuso.
—¿Qué quieres de mí?
—Los lobos no podemos estar solos, necesitamos una manada. De otro modo somos vulnerables.
—¿Por eso me convertiste?
—¡¿Qué?! Espera —el Hale puso una cara de sorpresa. —Yo no te mordí. Solo percibí que había otro lobo en el pueblo, y te encontré a ti.
—¿Y quién me mordió?
—Eso no lo sé, pero significa que debo andarme con ojo. Este territorio le pertenece a la manada Hale. Cualquier lobo ajeno que ande haciendo de las suyas por ahí es un intruso. Debo expulsarle.
—Podría ser otro lobo de tu manada —dijo el Winchester.
—Solo soy yo. Además solo un alfa puede convertir.
El rostro del lobo mayor se ensombreció de momento.
—¿Y por qué deberíamos creerte? —Stiles no podía negar que era un Winchester: no confiaba fácilmente. Ni siquiera en un tío tan guapo como Derek. Su papá estaría orgulloso.
—Primero: ¿qué ganaría mintiendo? —Derek miró fijamente al de lunares. El chico frunció el ceño. —Segundo: me necesitan. Cuando vuelva la luna llena alguien deberá ayudar a tu amigo a controlarse. No querrás que salga como loco a matar al primero que se le ponga en frente, que bien podrías ser tú.
—Creo que podremos apañárnosla.
Derek bufó ante el comentario de Stiles.
—Quisiera ver eso. Y tercero: Cuando encuentre a quien te mordió lo obligaré a irse del pueblo; a menos que quieras correr su suerte más te conviene formar parte de mi manada.
En eso un disparo sacó a los muchachos de su debate.
—Pero, ¡qué! —Stiles se agachó.
—Cazadores. ¡Corran!
—¿Qué…? —Winchester no salía de su asombro y abría la boca una y otra vez sin articular palabra.
—¡Por aquí, son tres! —gritó un hombre que a Stiles se le antojó familiar.
Scott tomó a su amigo del brazo y lo instó a huir rápidamente de allí.
—¿Derek? —preguntó McCall.
—Vayan adelante, yo los distraeré —dijo el Hale ya medio transformado.
Los muchachos corrieron hasta que dejaron de escuchar tiros y gruñidos. Se ocultaron tras una roca para que Stiles tomara aire. Realmente Scott no había sentido la carrera.
—Pulgosos, el jefe me va a recompensar por esto.
Un hombre con barba tipo candado había aparecido de la nada y estaba apuntándoles con un rifle corto de dos cañones. El chico latino se adelantó protegiendo a su hermano.
—Tú problema es conmigo supongo. Él no tiene nada que ver.
El hombre sonrió maliciosamente.
—Llevaré tu cabeza, y quizá me divierta un rato con tu amiguito antes de liquidarle —a Stiles le revolvió el estómago la mirada que le lanzó aquel hombre. —De cualquier modo, es un simpatizante de las aberraciones y sabe demasiado.
El tipo disparó a McCall, quién cayó al suelo retorciéndose del dolor. Lo que ocurrió después fue demasiado rápido. Derek hizo acto de presencia y, unos segundos después, el cuerpo y el cráneo del cazador no formaban una unidad. Stiles pensó que ese Derek era verdaderamente temible. Qué bueno que parecían estar en el mismo bando.
El de ojos verdes se agachó junto a un Scott que no paraba de gemir.
—Son balas de acónito. Déjame sacarlas. No sanará si no lo hago.
Scott miró con duda al lobo mayor, y luego se descubrió el vientre donde ostentaba dos hondas heridas de bala.
—Esto va a doler un poco.
Derek apresó el pecho de Scott con su antebrazo izquierdo contra el suelo y sacó sus garras de la mano derecha.
Cuando las garras hicieron un hondo corte que pasó por ambos tiros y luego comenzaron a hurgar en cada uno para sacar las balas, Stiles pudo escuchar los gruñidos animales de su amigo y vio cómo sus ojos brillaban en amarillo. Scott hubiera mordido a Derek de no ser porque este le tenía retenido con su bien controlada fuerza sobrenatural.
—Ya está.
El Hale se puso de pie, y miró al par con chulería.
—Y esta es otra razón para que te unas a mí: los cazadores han vuelto a Beacon Hills.
Fue decir esto, y el joven desapareció entre la oscuridad del bosque. Ya era noche cerrada.
Volviendo a casa, el par tuvo una conversación que no resultó en un final demasiado agradable.
—Scott, creo que debería cancelar la cita con Allison.
—¿Qué? Pero, ¿qué dices? No, no lo haré.
—¿No prefieres tener claro lo que te está pasando antes de exponer a más gente?
—¿Por qué me dices esto? Se supone que te conté esto porque eres mi mejor amigo.
—Y como mejor amigo te digo que no deberías poner a la chica en peligro. Te vi hoy en el campo, durante cuando lo de Jackson. Casi pierdes los estribos…
—No pierdo los estribos, ¿quién dice?
—¡Yo estaba ahí, Scott! —Stiles comenzó a forcejear con Scott para tomar su teléfono. —Eso sin contar lo de los cazadores…
—Basta, Stiles —trataba el lobo de evitar que su amigo tomara el móvil. Estaba enfureciéndose.
—No tienes derecho a exponerla a eso también…
—¡He dicho que basta!
Scott había empotrado a Stiles contra un pino, y sus iris brillaban en amarillo. El de lunares tenía los ojos muy abiertos y las pupilas contraídas. Cuando el joven lobo se percató de lo que hacía rápidamente volvió a la normalidad y una expresión de tristeza y vergüenza se apoderó de su rostro.
—Lo siento, lo siento, tío, en serio, lo siento…
Y echó a correr perdiéndose en la penumbra.
—No te preocupes, Scotty. Estamos juntos en eso. No hay problema —susurró Stiles mientras se masajeaba el pecho.

Carry on wayward sonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora