Capítulo uno

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Conocía a la princesa de Liechtenstein. Rosalía. No la conozco por vía de padre, claro está. Más bien fue en una curiosa tarde de invierno, mientras atendía en un café donde solía ayudar en mis años de adolescencia.

Esa tarde una despampanante chica con el pelo dorado y un hermoso vestido blanco a la rodilla entró a las Delicias de tía Isabelle, sabia quien era. Pues mi padre, era un amigo cercano al Rey Maximiliano. Además de eso, ¿quién no conoce a sus monarcas?

El café estaba lleno, debido a la algarabía de algunos comensales por ver de cerca a la princesa, y por consiguiente la gran aglomeración de personas; me hizo tropezar. ¡Y, oh mi torpeza! El capuchino extra caliente aterrizó sobre el impoluto vestido de Rosalía, princesa de Liechtenstein.

Cuando esto pasó todo quedó en silencio. Todos prestaron atención a la vil plebeya y a la poderosa princesa adolescente. Mi estupor fue más que evidente cuando la señorita nos sorprendió a todos riéndose a carcajadas.

Entre risas me dijo: – Gra... ¡gracias! Me has salvado el día.

Resultaba que la princesa tenía una cita con alguien con quien no deseaba compartir su espacio personal. – ¡Quiero que seas mi mejor amiga! – exclamó esa misma tarde.

Desde ese día, me visitaba al café, acosándome. Hasta que, finalmente, acepté ser su mejor amiga. Y, no me arrepiento. Siempre apoyándonos en cada momento. Al igual que en este, siendo una grata compañía.

– Y, ¿cómo lo llevas? – me pregunta luego de casi diez minutos en un neutral silencio –. ¿Me explicarás qué te pasa?

Rodeé los ojos dudando en si contarle o no, instintivamente mis pensamientos viajaron a esa ardua noche hace unos treinta días. Cuatro semanas. Un mes, para ser exactos.

En mi departamento mientras engullía una taza de cereales. Tocaron a la puerta. Me enervé inmediatamente, ya que pocas personas sabían mi dirección. Y las que la sabían no me habían comunicado su visita. Padre, insistía en todo tiempo con respecto a mí seguridad. Aún así me negaba a estar expuesta a cientos de estúpidos guardaespaldas. No. Amo mi libertad. Aunque sé y es momentánea. Y prontamente estaré expuesta a la vida ajetreada de una duquesa; la heredera de mi padre, su mano derecha. Y, sí las relaciones seguían tal y como están hasta el momento; la mano del rey.

Mi departamento estaba hecho un desastre. Y cómo no, vivía sola. Además de eso no podía permitirme pagarle a alguien para que me haga los quehaceres. – Y de que soy muy floja – Ignorando ese hecho, me encaminé hacia la sala peleándome con todo lo que había en el camino, como esos pantalones que usé hace dos semanas para ir a ver a padre. ¡Uh, debo limpiar!

Abriendo la puerta, me llevé el susto de mi vida, al ver a un señor de mediana edad luciendo finísimo, ¿y si era del banco? ¡No tenía el dinero para pagar aún! Ni siquiera tengo empleo.

El pulcro señor se hizo paso a mi departamento. Mirando su alrededor con desaprobación. ¡Quizá estaba buscando algo de valor con que cobrarse lo que debía!

– Los excelentísimos monarcas de Liechtenstein, le han dado el honor de ser parte de nuestro baile social. A todas las señoritas de alta jerarquía. Donde el soberano real, nuestro príncipe Xavier O'Callagham I, escogerá una joven de edad casadera para contraer matrimonio. Esta ceremonia será efectuada el...

Dejé de escuchar. ¿Cómo que escoger?
¡Acaso irá a una tienda a ver qué le gusta o no! Estaba enojada con todos en este momento. Con padre porque en demasía estaba segura de que él le había dado la dirección a este hombre para llegar a mí. ¡Definitivamente no iría! 

Alteza estoy Embarazada | DISPONIBLE EN DREAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora