Cupido ordenó las rosas para las 5:30 pm. Justo a tiempo para que el enamorado llegara tarde a su cita.
El destino se encargó del resto.
Acabó con el amor entre ambos enamorados.
El enamorado está destrozado.
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Eran las 4:55 de la tarde cuando Gumi llegó al parque. Justo en la zona donde Len le había indicado, en la fuente que estaba a lado de los árboles de cerezo.
Los pétalos rosados de éstos caían suavemente por la acción de la brisa; con calma y tranquilidad. Como si no existiese premura alguna en el mundo.
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También, los pájaros no dejaban de emitir sus dulces cantos, con los que atraían a su pareja para el apareamiento. Aquellas dulces melodías que embelesaban los oídos de las personas presentes en ese lugar.
Pero a pesar de que el ambiente era tan tranquilo, Gumi no podía mantener la calma ni un sólo segundo; sus manos se movían frenéticamente, al igual que sus piernas, y no dejaba de ver su teléfono para checar la hora.
Todo a causa de su "cita".
Los nervios la devoraban entera cuando pensaba en lo que pasaría en el parque.
¿Su amado confesaría sus sentimientos? ¿Cómo lo haría? ¿Ella los aceptaría? ¿Realmente harían buena pareja?
Dudas, dudas y más dudas que galopaban veloces en su mente.
Pasó el tiempo. Dieron las 5:18 pm, pero el joven rubio aún no llegaba. Y tampoco había información sobre su paradero; ni siquiera un mensaje de él, o una llamada.
Entonces, las dudas se combinaron con la preocupación: ¿Len realmente llegaría a la cita? ¿Se le habría olvidado? ¿Le habría pasado algo? O peor aún... No hubiese querido ir por mero arrepentimiento.
-No no no. Él no sería capaz- se dijo Gumi así misma, al mismo tiempo que sacudía su esmeralda cabellera, para quitar aquellos fatídicos pensamientos.
Sin embargo, seguía preocupada. Y el paso del tiempo no le ayudaba.
Aunque, sí tan solo hubiese sabido que Len había ido corriendo a la florería por enorme ramo de rosas, porque el que había pedido no llegaba, quizá se hubiera quedado más tranquila.
