Capítulo 1: Infancia

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Sol estaba totalmente atontada por un chico que concurría a su misma clase en la Facultad de Psicología de su pequeña ciudad. Él la invitó a salir al cine cinco meses atrás, sin embargo ella lo rechazó.

No podía permitirse enamorarse. No luego de lo que vivió en su niñez.

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Sol tenía 6 años cuando sufrió un gran trauma que la marcó de por vida.

Sus padres parecían amarse incondicionalmente, eran una familia ejemplar en la cual pasaban mucho tiempo juntos, sólo ella y sus padres. No tenía hermanos, por lo tanto se había convertido en la consentida de la casa.

Y en el que parecía el mejor momento de su vida, casi pierde gran parte de lo que tanto atesoraba.

Su padre intentó suicidarse una noche de domingo tomando una sobredosis de medicamentos para dormir recetados por su médico psiquiatra, debido a su insomnio.

Sol, en esa noche de invierno, se despertó para ir al baño y ahí fue cuando encontró a su padre desmayado en el suelo y comenzó a gritar desesperadamente:

—¡Pa! ¿Estás bien? —dijo la niña inocentemente, para luego darse cuenta de que él no reaccionaba— ¡Pa! ¡Por favor despertá! ¡Dejá de dormir!

Su padre abrió los ojos y vació todo el contenido de su estómago sobre sí mismo, en el suelo, incluidos los somníferos ingeridos hacía unas horas. A continuación lloró con todas sus fuerzas al ver lo que había causado, y despertó a su esposa, quien segundos más tarde estaba parada en la puerta del baño boquiabierta y angustiada.

Sol abrazaba a su padre a pesar del vómito que chorreaba de su buzo de lana, cuando su madre reaccionó:

—Mirá lo que hiciste... luego de tantos años de terapia lo hiciste de todas formas. No puedo tolerar más esto. Me prometiste que todo iba a estar bien, y cuando parecía que se cumplía lo que siempre soñé, lo que siempre soñamos... pasa esto. Perdón, pero no puedo tolerarlo, pediré una ambulancia y esta mañana me largaré de aquí con Sol.

El padre ahora lloraba en silencio y abrazaba a su hija, sentado sobre las baldosas.

—No... —tosió— por favor, juro que mejoraré. Lo juro.

La madre llamaba al 911 mientras decía con tristeza:

—Yo juro que jamás voy a olvidar que intentaste dejarnos solas. Es la segunda vez que sucede, Sol tiene suerte de no haber estado para ver tu primer intento de suicidio, y ni siquiera debe estar entendiendo lo que ha sucedido. Dijiste que me amabas y que nunca me dejarías, sin embargo estuviste a punto. Las cosas ya no tienen arreglo, aceptá las consecuen... —la operadora atendió por fin— Hola, mi esposo tomó una sobredosis de medicamentos, vivimos en el 475 de la calle Bolivia... sí, sí, en el centro. —cortó y se dirigió a la puerta para esperar a la ambulancia.

~

Después de ese día, el padre de Sol intentó contactarse miles de veces con su esposa, haciendo cientos y cientos de promesas que hasta él mismo sabía que no iban a ser posibles.

Luego de lo sucedido, Sol ya no fue la misma. Se mudó de ciudad junto con su madre y nunca volvió a ver a su padre.

Fue allí cuando la idea de que el amor no existía se le implantó en su cerebro, como nos ha pasado a muchos de nosotros.

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«When I was younger I saw my daddy cry
And curse at the wind.
He broke his own heart and I watched
As he tried to reassemble it.

And my momma swore
That she would never let herself forget.
And that was the day that I promised
I'd never sing of love if it does not exist».

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