Capítulo 1. Mensajes.

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Desvié mi mirada hacia la luna que iluminaba todo en la oscura noche. El suelo estaba frío y me hacía estremecer. Tenía un banco entero en el parque, pero yo preferí sentarme en el asfalto con la espalda pegada a la pared. Carol se sentó a mi lado y me tendió una Coca-Cola.

-No, gracias. -Murmuré mirándola con una sonrisa. Me fijé como, a través de la luz de la luna, sonreía y sacudía la cabeza. Esa sonrisa que trae locos a unos cuantos chicos.

-¿Estás segura?

-Segurísima. -Le sonreí de nuevo, pero esta vez sin mirarla, fijando mis ojos en el suelo, como si estuviera estudiando algo.

Carol se encogió de hombros, abrió la lata y dio un trago. Tosió y yo le di unas palmaditas en la espalda para que no se ahogara.

-He visto pasar mi vida por delante de mis ojos. -Dijo ella con la mirada perdida, fingiendo asombro.

-Claro que sí Carol. -Dije entre risas.

Pasamos la noche así, sentadas en el frío suelo hasta que empezó a amanecer. ¿Qué por qué lo hicimos? Bueno, teníamos motivos. Perdimos una apuesta. El maldito de Pablo nos ganó. El día antes habíamos quedado para ver el partido de futbol por la televisión en su piso. A mí no me interesaba mucho, pero me encantaba hacer apuestas. Él apostó por el Chelsea y yo por el Real Madrid, al igual que Carol. Pablo estaba tan seguro que ganaría el Chelsea que dijo que si el Real Madrid ganaba se quedaría toda una noche a la intemperie y sin dormir. Pero en cambio, si el Chelsea ganaba, lo haríamos nosotras. Yo confiaba en el Madrid, aunque ni siquiera me gustaba el futbol y solamente iba con ese equipo porque es el de mi ciudad. Bueno, y ya os podréis imaginar el resto de la historia. Cuando el sol empezó a subir, desperté a Carol (que había caído rendida al sueño).

-Carol. -La llamé. Ella se movió pero hizo caso omiso de mí. -¡Carol!

-¿Qué?

-Haré la vista gorda y diré que no te has dormido, tienes suerte que me tocara a mí enviarle los mensajes y videos a Pablo para que viera que hemos estado aquí.

-Gracias... -Murmuró estirando sus miembros con un bostezo. Cuando la ayudé a levantarse, se dobló hacia delante y gruñó. -Se me ha quedado el culo cuadrado, voy a matar a Pablo.

-Podemos hacerlo juntas, porque yo también lo haré. -Dije entre risas observando cómo hacía estiramientos extraños.

Fuimos cada una a nuestra casa y yo, de mientras, me preparé moralmente para la bronca. No les había dicho a mis padres que iba a pasar toda una noche fuera, pero Carol y yo habíamos acordado decirles que me había quedado a dormir a su casa, ya que los padres de Carol estaban de viaje durante esos días.

-Quiero una explicación rápida y lógica. -Dijo mi padre molesto.

-La tengo. -Dije. -Me he quedado a dormir a casa de Carol y se me ha pasado llamaros.

-Llamaré a sus padres para ver si es cierto.

-Papá, sus padres están de viaje, ¿recuerdas?

-La llamaré a ella.

-Llámala si quieres, digo la verdad.

-Álex. -Empezó mi madre poniéndose a mi lado. -Yo creo a Amaya, ella nunca haría nada malo.

-Los jóvenes de hoy en día mienten mucho, Mireia, ¿es que no lo sabes?

-Papá, no seas tan desconfiado.

Finalmente mi padre sonrió y asintió con la cabeza mientras decía: "Está bien". Me subí a mi habitación cerrando la puerta detrás de mí y me tiré sobre el colchón pegando mi cara en él. Dejé ir un gruñido y me di la vuelta fijando mi mirada en el blanco techo. Cerré los ojos y caí en brazos de Morfeo.

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