Capítulo I - Red Hill

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Mike estaba sentado en el asiento trasero del auto, con unos audifonos puestos, observando por la ventana el paisaje. El chico, con apenas 12 años, se había mudado unas 7 veces por el trabajo de sus padres, ambos trabajaban en una firma de abogados, por lo que no le dedicaban mucho tiempo. Pero a él no le afectaba en absoluto. Estaba acostumbrado desde más pequeño.
Observó rapidamente su reloj: 4:20 p.m.
Al empezar a sentir el golpe de calor y el sudor que le escurría por la frente, abrió la ventana. El viento, al ir en una carretera, entró velozmente moviendo su cabello y haciendo un zumbido muy peculiar. A lo que su padre, que iba conduciendo, reaccionó:

—¡Oye Mike! —gritó por el ruido del viento—, ¡Cierra esa ventana!

Mike puso los ojos en blanco y la cerró. Para después preguntar:

—Papá... ¿cuánto falta para llegar? —dijo molesto.

—Sólo un poco —respondió su padre.

Volteó a su izquierda y miró a Timmy. Su hermano menor, luego, vio al lado de Timmy a Ema, la menor de todos. Ambos estaban dormidos, lo cual era raro, pero no le molestaba. Porque ellos no lo harían enojar con sus boberías.
Prefirió descansar también, al fin, sería un día pesado. Observó nuevamente su reloj: 4:29 p.m.
Cerró los ojos y se dispuso a dormir.

Al despertar, por costumbre, observó el reloj: 7:29 p.m.
Volteó a los lados y no estaban Timmy ni Ema, volteó al frente y no vio a su padre ni a su madre. Se quitó los audífonos dirigiendo su mirada a los lados, nadie. Salió del auto y volteó a todas partes, estudiando el entorno. Se encontraba, al parecer, en la entrada a la ciudad, volteó hacia la ciudad. Que realmente parecía un pueblo. Era bastante pequeña. Al ver a un lado de el camino, vió un letrero con la leyenda escrita:
--------------Bienvenido a-------------------
                        T
                        U

                        F
                        I
                        N
-

----------Disfrute su estancia.---------

Después de leer eso se comenzó a sentir mareado. Volteó a los lados de nuevo, nervioso. No había nadie, hasta que a lo lejos vio una silueta. Esta se le acercaba poco a poco, Mike no logró distinguir qué era. Hasta que, en un parpadeo, él... o esa cosa, estaba frente a Mike, cara a cara. Se suponía que era Timmy, pero tenía la cara deformada con un ojo más separado y abajo que el otro, bueno, con una cuenca del ojo más separada y abajo que el otro ojo, su ojo (el que sí tenía) estaba mirando hacia Mike directamente, con la cara más delgada de como es en realidad. De hecho, era irreconocible, pero Mike, de algún modo, supo que se trataba de Timmy. Asustado, retrocedió unos pasos y cayó de espaldas al suelo, Timmy comenzó a caminar hacia él. Cuando Mike se logró incorporar, volteó para echar a correr, pero... ¡ahí estaba Ema!
《Esto no es real —pensó Mike.》
Ema, a diferencia de Timmy, no tenía un pie. Y caminaba a saltos, pero, a ella le faltaba la naríz, y mucha piel de la boca. Haciendo que se pudiera ver como se tensaban los musculos y ligamentos del rostro cada vez que hablaba:

—Oye... Mike. ¿Por qué nos dejaste morir así? —dijo Ema—. Sólo por salvar tu pellejo, ¡¿NO ES ASÍ?! — Exclamó gritando.

Mike cuando se dispuso a correr hacia los lados, vio a su padre. Y al otro lado a su madre. Ambos quemados, sin ojos, con unos dientes amarillos. Le sonreían diciendo:

—Je.. ahora dime cómo te cuidarás Mikey —dijo su padre.

—Pa... papi dijo Mike sollozando.

—¿Sabes? —Le dijo su mamá—, Creo que sí debimos quedarnos en la otra ciudad. Para que no nos sucediera esto... para que no nos dejaras morir.

Todos se le comenzaron a acercar. Su padre le tomó el hombro, con su mano negra, huesuda y carnosa por las quemaduras. Ema lo agarró del pie y lo sostuvo con una imposible fuerza. Timmy acercándosele le dio lo que parece un abrazo, pero que con una fuerza abrumadora, hizo que le crujieran las costillas a Mike. Oh sí... definitivamente esto era muy real. Se quedó sin aliento, sintiendo sus organos explotar, tal vez el hígado, los pulmones.
Su madre lo empujó y lo tiró al suelo. Todos se abalanzaron sobre él y sólo alcanzó a exclamar:

—Ah... a.. ayu... ayud-d-da —dijo casi como un susurro. Sin fuerzas.
《¿Qué está ocurriendo?, ¿por qué a mi? —pensó Mike. Cuando de pronto...

El KugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora