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Cierras tus ojos dos segundos y te dejas llevar por la sensación de adueñarte un momento de la piel carnosa del otro.

Un beso, un acto tan pequeño pero a la vez tan responsable de cargar todo o estar relleno de nada.

Frank consume mis besos como si de suave algodón de azucar se tratara. Desde que descubrimos que nuestros labios eran capaces de hacerlo, de trasmitirnos esas sensaciones, no lo hemos dejado de hacer.

¿No es un beso, cuando se es bien sentido, un acto mágico? Ya sea de segundos, con ritmo, sin él, un simple choque de labios. Si la persona es capaz de rellenarte ese vacío inconsciente que se genera en tu interior, de cualquier forma logra sentirse bien.

La primera vez que besé a Frank fue cuando me pidió ser su novio. Tenía tantas ganas de experimentar el suave de su pequeña boca tan bien formada, pero jamás me atreví antes.

Se acercó a mí y mis ojos se cerraron automáticamente, sus labios se acostaron sobre los míos y luego se abrazaron. El oscuro, de repente se volvió una proyección de fuegos artificiales danzantes en el cielo.

Me sentía en el cielo cuando ya sea con besos torpes, buenos, malos o tontas caricias lograba hacerme olvidar—al menos cuando estábamos juntos— de todo, como si no existiese nada. Como si mi vida jamás me hubiera pertenecido.

Frank jamás supo mucho de mí ¿en realidad importa? me solía decir. Y andaba por acá, y por allá. Siempre que no le pedía que se mantuviera a mi lado, que me abrace y me bese la mejilla.

Aunque, siendo sincero, siento como si le hubiera contado toda mi historia en mis besos. En los que yo iniciaba. Los salados, los borrachos, los energéticos. Todos con un patrón diferente a la hora de besarnos, todos con un recuerdo distinto en mi interior.

Mi cosa favorita es besar a Frank.

Me mantuve mucho tiempo con Frank, tan solo disfrutando del deleite de sus besos, del tamaño de sus ojos que me miraban cuando nadie quería decir nada, y de sus párpados enteros que veía cuando quería besarme de nuevo.

Frank siempre está en todos lados. Es por eso que me encanta, me hace olvidar de todo lo que he hecho. Evita que haga todo lo que haría. Mejor dicho, Frank siempre está conmigo. Y hace lo que quiero. Y dice lo que quiero. Y ve lo que yo quiero.

Mi persona favorita es Frank.

Frank y yo somos un poco distintos. Él siempre se mueve por todos lados, yo siempre estoy relajado en una esquina. Él toca instrumentos, yo prefiero cantar. Él quiere moverse detrás de mí, yo mejor me quedaría delante quieto. Yo digo Umbrella de Rihana, él dice que mejor las de Madonna.

Me gusta pasar tiempo con Frank, si no lo hiciera, tal vez el blanco me consumiría hasta que ya no conociera más colores, como los que me hace ver él mientras me besa lento. Cuando el eterno silencio se rellena con el chasquido de nuestros labios.

Hago lo que sea por ver a Frank y a nadie más. Antes lo veía poco, pero desde que cambié, lo veo siempre. Y no veo nada más.

Nada.

Ni siquiera sé si el mundo sigue siendo redondo, si nuestros píes aún imperan el piso o ya podemos volar como yo me siento cuando lo beso.

Nada de eso importa más que mi hermoso Frank.

—¿No es así, Frank?

—Gerard otra vez está alucinando por los tranquilizantes, ya está apto para que le quiten la camisa de fuerza.

Besos [Frerard OS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora