Hoy no hay nada, de nuevo.
Hoy se siente vacío, pero no duele tanto.
Hoy se sabe que no hay, y que probablemente no pasará.Pero a pesar de la resignación de estas primeras líneas, no puedo dejar de preguntarme: qué hace falta, qué sucede, qué pasa? . Al igual que al inicio de esto: Nada, Huecos donde nunca se ha sacado tierra, simplemente surgieron con el tiempo y han llegado hasta hoy en convertirse en vacíos que calan y duelen.
Lo peor de todo es que el alma trata de buscar cómo llenalos, se apresura a encontrar razones para sanar, procura ocuparse en otras experiencias, pero en el fondo, en medio de la aventura, pretende llenar los vacíos.
Y lo acepto, ocupar la mente me funciona, pues me calma, me libera el alma y me deja buenos recuerdos.
Sería una idiota si no aceptara que me alegra el rato conocer, me entretiene encontrar nuevos lugares, nuevas experiencias, nuevas personas, tanto así que podría pasar horas viendo la gente en la calle, caminando por la ciudad, por un bosque, dibujando lo que veo, comiendo cosas extrañas, hasta cogiendo un bus con rumbo desconocido. A decir verdad parezco una niña chiquita, que trata de mirar un nuevo mundo.Hasta ahí todo está bien, pero debe ser que estoy tan vacía que aún con nuevas experiencias no se logra llenar el vacío.
Es tan irónico que el vacío se acrecienta con esas buenas aventuras, pues al final del día quisiera contarle a alguien lo que veo, lo que siento. Poder mostrar mi felicidad en la expresión más pura, poder hacer feliz a alguien. Poder escuchar y que me escuchen, poder estar sin más, poder contemplar, reír, dormir, viajar, aprender, poder vivir mejor.
Y es que al final del día no hay nada más que unas fotos a medio tomar, una mente llena de historias, pero no hay a quien contarlas. Eso es frustrante, pues la soledad no me mata pero me lastima, ocupa mi mente y mis noches, me hace preguntas que yo no sé responderle.
Hace que me detenga, que vea los huecos, que trate de excusarme, con ideas que a decir verdad ya ni yo misma las creo.