Siempre he odiado el colegio. Sé que no hay ningún adolescente que no haya dicho eso nunca, pero creo que mi caso es algo diferente.
Simplemente, trata de imaginar cómo fue o es tu instituto. O en concreto, lleva tu mente a los chicos. Supongo que te los habrás imaginado jugando al fútbol o a la Play, y no es de extrañar, pues parece que no hay cabida para los tíos a los que no les gusten alguna de estas cosas.
Pero esos chicos existen, y estás leyendo las palabras de uno.
Nunca me había considerado alguien raro, o no al menos hasta que empecé secundaria. Fue una época muy rara. Todos los chicos empezaban esa etapa en la que el sexo era lo más importante de su vida, y no es que a mí no me interesara, pero simplemente no le daba tanta importancia.
Yo siempre he dicho que para darte cuenta de algo, o al menos de las cosas importantes, necesitas tres señales. Pues bien, esa fue la primera de ellas.
La segunda llegó cuando vino lo que entonces clasifiqué como inevitable: mi primera novia.
Ya había estado con chicas antes, pero nunca había tenido nada serio con ellas. No hasta Miriam.
Miriam era una una chica risueña y muy divertida, pero jamás hubiera accedido a salir con ella de no haber sido porque éramos amigos, y me daba miedo perderla. Lo sé, esa es una razón horrible, y yo mismo también lo soy por pensar así, pero en su momento me pareció lo mejor.
Oh, y había otra cosa que fue determinante. Ya os he mencionado que no me atraía el sexo, ¿verdad? Pues resulta que la pequeña Miriam era asexual, así que no tenía que preocuparme por eso.
El dilema vino, cuando empecé a plantearme si yo también lo era. Y por ello decidí preguntarle directamente a la experta en materia:
- ¿No sientes atracción sexual hacia nadie?
- Define "atracción".
Recuerdo que estábamos en mi casa, sentados en mi sofá. Ella tenía las piernas sobre mi regazo y yo estaba inclinado de tal forma que pudiera acariciarme el pelo. Me encantaba eso, me sentía como un gatito.
- ¿Hay alguien que te atraiga sexualmente? Con el que digas "oye, pues no me importaría hacerlo".
La pregunta me pilló por sorpresa. ¿Era normal estar hablando de esto con tu novia?
Ella debió notar mi expresión, porque se apresuró a añadir:
- No importa que no sea yo, ¿vale? Eso no significa nada. Son sólo fantasías.
- Oh, em... -me rasqué la nuca- Pues sí, supongo...
Ella sonríe.
- Entonces no creo que seas asexual. Si que es cierto que existen asexuales a los que les gusta el sexo, pero ninguno de ellos siente esa atracción. Salvo los demisexuales, y dado que no me has mencionado a mí...
Dejó la frase al aire y yo me encojí de hombros. Me disculpé, lo que ocasionó una gran risa por su parte.
Luego le pedí que me explicara más cosas acerca de la asexualidad, y si algo me quedó claro de aquella charla, es que yo no era nada, pero NADA asexual. Y sin embargo, me sentía muy, MUY raro conmigo mismo.
Es decir, ¿qué sí sentía atracción sexual? Desde luego, e incluso hacia hombres. Pero eso, jamás se lo diría a ella.
Si había algo mal, estaba claro que era conmigo y no con los demás. Había algo raro en mí. Algo en mi cuerpo. Algo que aún no sabía explicar, pero que pude empezar a hacerlo con la llegada de la tercera señal.
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The Woman
RandomOliver Folch nació a principios de los noventa en un pueblo de España. Era el típico chico de padres normales, en su insti normal y con sus amigos normales. Sólo que él no era el típico chico. Y cuando al fin se atrevió a confesar a alguien su secre...