No matter gay, straight, or bi, lesbian, transgendered life. I'm on the right track baby, I was born to survive.
La canción no dejaba de resonar en mi cabeza mientras me arreglaba. Joder, Lady Gaga siempre tenía las palabras perfectas. Por no hablar de otras perfecciones, como el maquillaje. ¿Cómo lograba que le quedara tan bien? Había visto mil tutoriales esa mañana, y lo único que había logrado era emborronarme los ojos cual mapache. ¿Cómo hacían las chicas esto a diario? Ójala pudiera pedirle ayuda a alguna.
Por suerte me había levantado pronto, y me dio tiempo a practicar varias veces antes de conseguir delinear mis ojos. Sólo por dentro, por encima de los párpados fui incapaz.
Cuando me miré al espejo, apenas me reconocía.
No es sólo que mis ojos, siempre de un tono verde apagado, ahora brillaran más que nunca. Es que hoy, mi cara también lo hacía. No en un sentido de haberme aplicado mal la base, sino como si... fuera feliz. Como si por primera vez fuera yo mismo. Y eso, usando tan sólo un par de cosméticos.
Prácticamente había asaltado el cuarto de mi hermana. Ella tenía unas prácticas en la facultad y no estaba en toda la semana, así que pude campar a mis anchas y coger todo lo que necesitaba: la base, los polvos, el pintalabios, el colorete, la sombra de ojos, el delineador... Y uno de esos moldea pestañas que, aunque no sabía su nombre, Amy Farrah Fowler no pudo tener más razón al describir como "típico instrumento que usaría el ginecólogo de Campanilla".
Tras lo que me parecieron horas, estaba listo.
No había sido capaz de ponerme las medias sin romperlas, así que lo único que eché en falta es haber estado depilado. Por lo demás, me encontraba perfecto.
Si no fuera por el jodido pelo. Ójala tuviera una peluca.
Era raro, porque siempre me había gustado. Desde pequeño, lo había llevado corto, y siempre limpio debido mi manía de ducharme dos veces al día. Pero ese tono azabache que antes admiraba, hoy me repugnaba. Me daba igual el color. Sólo quería tenerlo largo.
En cualquier caso, había llegado la hora.
Cogí mi mochila, me preparé un sándwich rápido, y me fui antes de que mis padres se levantaran para prohibirme ir así vestido. De saberlo, mes daría un algo.
Había repasado las normas escolares miles de veces. No se podían llevar pantalones rotos o bermudas, y tampoco pronunciados escotes o faldas muy cortas. Pero no decía nada de vestidos, y menos para los chicos. Me gustaba pensar que había encontrado un especie de "vacío legal".
Durante el recorrido en coche, no dejaba de pensar en todos los escenarios posibles. Normalmente, al igual que con las señales, había tres. En este caso: aceptación, rechazo e indiferencia. Comencé a reflexionar qué ocurriría en cada uno de ellos.
Supongamos que se trata de aceptación. Eso supondría que podría vestirme así a diario, que podría ser yo mismo y sentirme bien con mi cuerpo por primera vez desde preescolar. Desde luego, sonaba bastante bien. En el caso de la indiferencia, el escenario era parecido. Pero en el del rechazo... Me imaginaba empujones, insultos, pintadas en mi taquilla... Puede que incluso una expulsión.
Pero si comparaba los riesgos con todo lo que podía llegar a ganar... Joder, claro que merecía la pena.
Y a todo esto, ¿qué suponía para mí? Es decir, me había pasado toda la noche investigando, y no creo que se tratara simplemente de travestismo. Era algo más, y puede que empezara también por "tra"... Pero supongo que no estaba preparado para aceptarlo. Todo a su debido momento.
Aparqué en la misma manzana del insti unos minutos antes de que sonara la campana y, durante el camino hasta mi clase, todas las miradas se clavaron en mí. Desde luego, el escenario de la indiferencia había quedado completamente rechazado.
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The Woman
De TodoOliver Folch nació a principios de los noventa en un pueblo de España. Era el típico chico de padres normales, en su insti normal y con sus amigos normales. Sólo que él no era el típico chico. Y cuando al fin se atrevió a confesar a alguien su secre...