Alicia paseaba por el patio de su antiguo instituto, donde ahora sus hermanas estaban a punto de graduarse. Se llevaban quince meses, pero la más mayor de las dos había repetido años atrás, aunque, por petición expresa de su madre, las habían puesto en clases distintas.
Gracias a Dios no eran demasiado diferentes. Desde pequeñas se habían hecho pasar por mellizas e incluso vestían iguales hasta que llegaron a secundaria.
Todo cambió cuando un joven de cabellera negra se plantó a dos pasos de su espalda y la miró con ojos tiernos, con una chispa de tristeza en la pupila y los labios entreabiertos, admirando el conjunto que lucía Ali.
-Hola.
-Hola.
Había sequedad en su voz, en la voz de ella. La de él sonaba ronca. Tenía una voz grave de por sí, lo cual a Ali siempre le había parecido atractivo en él, pero aquel día no sentía atracción, sólo un resquemor en el pecho.
Él se aclaró la garganta.
-¿Qué haces aquí?
-¿Y tú me lo preguntas? -Se giró y lo miró con una sombra de desprecio en el rostro. Le dio la espalda, actuando como si estuviera mirando las clases desde fuera.
-Estoy de ayudante del profesor de dibujo. ¿Y tú? - No dejaba de mirarla con melancolía y nostalgia.
-Espero a mis hermanas. -Apartó la mirada un segundo, y el pelo del flequillo se le echó hacia delante al mirarse los cordones de los botines. Volvió a mirarle, con rencor- ¿Desde cuando te preocupa mi vida?
Eso había sido un golpe bajo, pero en los golpes bajos, Jack había sido su maestro, humillándola en cuanto podía, haciéndole sentir infravalorada mientras todos la contemplaban indefensa si se negaba a aceptar sus normas, que él imponía porque era el rey de la selva, era el león más fiero. Y sus rugidos, como sus gritos, podían no escucharse, pero en cuanto arañaba o mordía, su presa callaba y el dolor chillaba entre sangre y huesos.
-Aunque no lo veas estoy pendiente de tí. Aunque no te ayude, sé como estás, pero no sé como ayudarte. Nunca he sabido.
-Quizá si no hubieras querido cambiarme cada dos por tres, me habrías ayudado un poco. -Las palabras que salían por sus labios englosados eran cuchillos afilados que empezaron a herir a Jack, que poseía un ego del tamaño del sol.
A Alicia le quemaban las palabras en la boca y sus manos temblaban dentro de sus bolsillos.
-Me voy a ir. Y no vas a volver a verme en mucho tiempo, voy a dejar de ser quien todos esperan y voy a centrarme en ser quien quiero ser, con orgullo y sin miedo. Voy a dejar atrás muchas cosas, y voy a olvidarme de tí y de tus dramas innecesarios, de tus chismorreos y de tus actitudes de necio narcisista y egocéntrico.
-¿Tan poco me quieres, Sally?
-¿SALLY? ¡No me llames Sally! ¡No quiero saber nada de eso! ¿Crees que después de llamarme loca delante de todo el mundo voy a tragarme que en algún momento fui especial? ¡No soy estúpida!
En todo ese alboroto, una voz femenina, de mujer mayor interrumpió la discusión.
-Alicia Shilde.
Ali miró por encima del hombro a la mujer bajita, de metro y medio que estaba junto a ella, y rebufó.
-¿Qué quieres, Marita?
Se obligó a parecer amable, pero Ali siempre había sido demasiado sincera y era incapaz de fingir que no estaba molesta. Al mirar de nuevo se dio cuenta de que la mujer llevaba de la mano a una niña pequeña, morena, de ojos vivos, como los suyos, y una sonrisa radiante.
- Guaaaau, ¿tú eres Alicia Shilde?
-Sí, cariño.
-He oído que cantas muy bien y Marita me ha puesto un vídeo tuyo y guaaaaau tu voz es genial.
-Gracias.
Definitivamente esta niña necesitaba ampliar su vocabulario. Alicia sonrió por cumplir y se dirigió a Marita nuevamente.
-¿Qué quieres?
-Deja de gritar como una loca en medio del patio. No sé cómo te criaron en tu casa, pero aquí te hemos intentado educar lo mejor posible.
Alicia no pudo aguantar más aquella sarta de tonterías y se fue rápido, y muy enfadada. Con las llaves de su Mustang de color azul, abrió la puerta del conductor y se sentó intentando ignorar todo lo que la desquiciaba. Sacó su móvil y escribió a su hermana Estela un par de frases pidiendo disculpas por no poder despedirse en persona.
A punto de arrancar el motor, Jack se apoyó en la ventanilla del copiloto, y sus ojos azules con destellos verdes alrededor de la pupila empezaron a asfixiarla a distancia.
Sólo se podía oír a Ali respirar sosteniéndole la mirada al que creía que era el verdadero enemigo que siempre tendría, aunque en el fondo no era más que un pobre diablo.
-Sabes que lo siento.
-Me da lo mismo.
-Vas a llegar a tu casa y vas a llorar. -Ahora su orgullo había sido herido y no iba a callarse nada- Y vas a beber. Y vas a follarte al gilipollas de tu novio de turno porque sabes que nunca me tendrás a mí, que es a quien quieres. Y luego con escribirlo en ese blog de pacotilla te sentirás aliviada porque dos o tres antisociales te leerán y te darán palmaditas en la espalda pero no es así.
-Madura de una vez y deja de creerte el centro del universo. Hazte el favor.
Arrancó violentamente y casi se lo llevó por delante. Se tragó las lágrimas y miró recto, sonriendo, porque ya no estaría allí nunca más, porque ese viaje iba a cambiarlo todo.
ESTÁS LEYENDO
Jade
AdventureCuando alguien descubre la soledad en su propio interior, nadie es capaz de parar sus impulsos, y el vacío y la inteligencia, como el hambre sin comida, son suficientes para hacer que alguien como Alicia se lance contra la realidad buscando lo que d...