Prólogo

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Cerva Minaj acababa de llegar a su nuevo instituto, un lugar aterrador donde millones de nuevas pantu-aventuras vendrían a ella. Era todo un gran reto, debía conocer a gente con la que encajase, conocer a los profesores para su media de 9,6 para el campus científico, e incluso conocer a ratas con los cuales discutir por el asiento del bus escolar. Era todo tan nuevo para ella... Es decir, era como Final Fantasy 10, pero no el 13, ese no fue un buen juego.

Cerva, acudió al hall de su nuevo mundo, allí le esperaría su primer reto, apartar a los ratis de las listas de clase hasta encontrar la clase en la que se encontraba.
Lo primero no fue muy difícil, ya que de un culazo, debía apartar una roca de la Calle Victoria de Pokémon, pero teniendo en cuenta su escaso desarrollo intelectual, la segunda parte fue algo más complicado. Cuando al fin logró encontrar su nombre entre el de 1400 alumnos, no pudo evitar que su atención fuese llamada por un nombre, Juan Pedro Blandorri No-Mi, es decir, con tal nombre, a cualquier persona le haría gracia, ¿verdad?

Cerva estaba nerviosa, no podía imaginar lo que iba a experienciar en aquel edificio.
Cuando la alarma sonó, era hora de la presentación con el profesorado, Cerva a pesar de su escaso sentido de la orientación, logró llegar al salón de actos en el cual daría comienzo el acto. Tras una charla con el equipo directivo, y unas quejas muy merecidas por parte del alumnado debido a la falta de sentido de llevar tarjetas por los pasillos para ser identificados como VIPs, los alumnos fueron llamados grupo a grupo para entrar en clases. A Cerva le pareció interesante ver que había un maromo alto y rubio que se dirijía a la misma clase que ella y no pudo evitar caer en la tentación de tener pensamientos impuros con él. A medida que avanzaban por los largos pasillos, Cerva veía cómo todo el mundo hablaba, todo el mundo excepto ella, incluso Kassandra, con la cual estaban hablando de lo pesada que era.
Pero eso no era lo que mas le importaba a Cerva, a ella no le interesaba tener una conversación con sus compañeros, a ella le interesaba tener una conversación con él. El chico rubio al cual no podía dejar de mirar. A pesar de no ser muy inteligente cómo ya os he contado varias veces, Cerva era una chica que se fijaba mucho en los detalles, y por la forma de vestir de aquel chico, y la manera en la que hablaba, no parecía un friki de esos que ven manga, todo lo contrario, parecía una mezcla entre el oso de la casa azul y un narcotraficante. Esto rompía totalmente con el prototipo de chico que le gustaba a Cerva, pero, esta vez era distinto, pues digamos que Cerva tampoco se comía un rosco y esto la hizo tener el listón tan bajo que se conformaba con cualquier cosa.

Una vez en clase, Cerva decidió sentarse en primera fila, pues debía chiwear a los profesores, ya que si su media de 9,6 tenía que depender de sus capacidades, debía suceder un milagro para que así ocurriese. Al contrario que Cerva, el chico alto y rubio se sentó atrás, de manera en la que la profesora no lo vería si tenía ganas de fumar algo (aunque tal vez la alarma de incendios sí).
Conforme la clase avanzó, la irresponsable profesora decidió que era una buena hora para pasar lista y así comprobar el nombre de los alumnos. Y así es como Cerva, descubrió el nombre de su príncipe sin corona pero con navaja, de hecho, ella ya conocía ese nombre, era Paquirrín, quiero decir, Juan Pedro.

Cervampe, una historia de amor inigualable. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora