Capítulo 10 "¡Dibújame como una de tus putitas francesas!"

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28 de mayo

Los ángeles le hablan a aquellos que silencian sus mentes lo suficiente como para oírlos.

Abraham

   El final. Todo inicia con un final, ¿no? Una era finaliza para que otra empiece.

   Pero mi final no estaba ni a una milla de distancia.

   Seguiría de pie -tenía que seguir de pie-, sin darle mera importancia a las piedras siendo arrojadas contra mi espalda.

   Saqué la pava del fuego y la dejé descansando sobre un pano bordado con florecillas verdes. Agarré la taza de cerámica amarillenta con una mano, y con la otra abrí la tapa de la caja que contenía múltiples bolsitas de té.

   Arándanos. Limón. Canela. Naranja.

   Resoplé sin muchos ánimos. Francamente, me disgustaba el té. No me venía otra idea a que sólo era agua con sabores (o leche con sabores, dicho sea el caso).

   Serví el contenido de la pava dentro de mi taza, y cogí la bolsita de Canela desinteresado, para remojarla unas cuantas veces dentro del agua caliente.

   Lucy amaba el té, éste en especial y yo seguía sin entender el por qué.

   ¿Podría ser la parte que combina con su capricho? O quizás sólo le gustaba agregarle sabor al brebaje. De verdad que no lo sé. Intentar descubrirlo me abre a un sin fin de dolores de cabeza.

   ¿Qué cosas digo? Ahora todo me da migraña. Mucho más ahora que esos tres están tan lejos de mí.

   Panamá. De todos los lugares del mundo, Panamá tenía que ser.

   Cerré mis ojos, ojos que con el tiempo se habían vuelto pesados, apagados, y tomé un sorbo de la taza. Conseguí quemarme la lengua, pero qué más daba. Necesitaba algo para quitarme parte del estrés de encima.

   ¿Por qué me preocupaba tanto? Tanto Lucy como Katherine y Phillip estaban más que calificados para situaciones peores. Ni siquiera estaban solos y estarían perfectamente ocultos en esa selva tropical. Lo sabía. Y, sin embargo, ¿por qué me preocupaba tanto?

   Me dispuse a dar otro sorbo luego de apoyarme contra el contador de la cocina. El té sabía extraño. O se había endulcificado cuando no lo estaba viendo. O mis papilas gustativas me estaban fallando. O quizás...

   Suspiré pesadamente. Me dije que me estaba enloqueciendo en vano.

   Escuché un thud viniendo de la ventana que daba hacia el patio y me permití abrir un perezoso ojo. Seguramente era otra ardilla que había dejado caer accidentalmente su nuez.

   No vi nada que me diera a entender la razón del golpe, mas mi curiosidad me atrajo completamente hacia la ventana.

   Quizás más tarde debería salir a regar las plantas. Tomé otro sorbo, sosteniendo la taza con ambas manos. O quizás no ¿Qué hora era? Tenía que abrir la biblioteca o nadie lo haría.

   Por el Creador. Extrañaba a Highdale. Chamaco desesperado. Me hacía falta. Me hacían falta.

   Escuché otro thud, uno más fuerte, que hizo que girara bruscamente hacia la puerta del jardín. Lastimosamente también había conseguido regar un poco del té sobre mis dedos.

   Ahogué una maldición con un gruñido y avancé hacia la puerta con cierta molestia. Ya se me habían esfumado todos los buenos días ¿O eran buenas tardes? En serio, ¿dónde rayos había metido mi reloj? Giré la llave y abrí la puerta de golpe.

Del Cielo al InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora