Capítulo dos.

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Todo daba vueltas. Hasta yo.
Mi respiración era acelerada, pero no sin control. Resonaba con brusquedad, sin paro ninguno.
No veía ni un rayo de luz, ni un pequeño razgo de alguna pared. Podía mover cada articulazión pero me era imposible verla.
Todo era negro.
Una infinita oscuridad envolvía mi cuerpo, la cual no podría ni iluminar la bombilla más costosa y más poderosa del planeta.
Yo era él único que podría lograr apagar aquella y brillar como una estrella fugaz.
Pero... ¿Cómo?
No sabía.
Ese era el gran problema. Sabía el qué debía hacer, pero me era imposible desifrar el cómo.

-Relajate. Shhhhh, no te asustes.
Resonó por todos los lados, dejándome claro que habían paredes.
Una voz angelical. Tierna y delicada. Simplemente una armonía que tus oídos hacia calmar.

Me estaba relajando, sentía una paz infinita hasta que unas finas y huesudas manos rodearon mi cuello.
Comenzaron a apretar bruscamente, lo que me impedía llenar mis pulmones con aire.
Comencé a ponerme nervioso, mi pulsación iba aumentando y un sudor frío cubría mis manos.
Quería pararlas, pero no puede. No lograba moverme, ni decir una palabra.
No sé por cuanto tiempo, ni por qué estuve sin poder reaccionar, ni cuando esa presión alrededor de mi cuello comenzó a disminuir, hasta llegar al punto de desaparecer. Pero agradecía eso. No sabría que hubiese pasado si hubiera seguido apretando. Supongo que no habría aguantado más.

Notaba alguien a mi lado, pero me era imposible ver.

-¿Quién eres?
Tartamudeé.

-No te puedo decirlo.
Comento tranquila

-¿Por qué? ¿Qué te he hecho?
Pregunté desesperado, lleno de angustia y miedo.

-Él no me lo permite. No puedo, pero búscame antes de que sea tarde, hazlo. Por favor...
Dijo susurrando las ultimas palabras.

-Búscame, te necesito.
Decía esa voz cada vez más lejos, hasta desaparecer por completo.

-¡DIME QUIÉN ES, NO SE COMO AYUDARTE!

Gritaba una y otra vez, sin paro ninguno. Parecía que mis cuerdas vocales en cualquier momento iban a romperse por sobre esfuerzo. Pero no me importaba un carajo, la chica necesitaba ayuda.
Aun que casi me habría matado, me necesitaba.
Es más, sentía su desesperación en la voz.
Le temía a ese hombre o chico. Bueno, quién fuera esa persona. Por lo cual no la iba dejar tirada, no iba a dejar a una chica llorar más. No de nuevo, necesitaba protegerla.
Sonará estúpido, pero sentía que debía cuidarla por una rara razón.
Pero sin yo poder hacer nada, abrí los ojos.

Me encontraba en mi habitación.
Estaba completamente oscura, me sentí incómodo, así que encendí la luz.
Al prenderla, rápidamente miré al suelo.
Necesitaba acostumbrar mi vista a esa fuerte lucesilla penetrante. Tardé unos 5 minutos para estar bien y poder mirar a mi alrededor.
Busqué mi móvil con la mirada, pero no llegaba a verlo.
Me levanté de mi cama y me dirigí al escritorio para asegurarme que no estuviera allí, para luego, si eso, bajar al salón.
Paré ante la mesa y vi ese pequeño, pero valioso aparato sobre ella. Sobre la pantalla había una bolita te papel. La cogí delicadamente con las yemas de mis dedos y comencé a desacerla lentamente.

"No te asustes. Hoy ya no soñarás conmigo. Siento apretarte el cuello, pero me obliga hacértelo porque eres más fuerte que él y... no puedo decirlo. Cayden , perdoname.
No quise asustarte, pero él no se puede enterar.
Quizás mañana te explique más.
Por favor no me dejes, te necesito.
BÚSCAME."

-Hijo, ¿qué haces despierto?
Preguntó mi madre, que apareció de la nada por mi puerta. Haciendo que sobresaltara dejando caer la nota al suelo.

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⏰ Última actualización: Oct 07, 2018 ⏰

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