1- El día perfecto

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   Dalila cerró los ojos y levantó su cabeza para abrirlos nuevamente y contemplar el cielo. Estaba despejado y las nubes se arrastraban con lentitud a merced del viento. Volvió a fijar su vista al frente y observó por décima vez a todos los presentes que ensimismados repetían mecánicamente las palabras del resto, sentados en semicírculo y disfrutando de la agradable sombra que brindaba el árbol en frente de la iglesia. Ella también lo hacía. Permaneció en ese trance hasta que el rosario se dio por terminado. Todos conversaban animados del evento que la iglesia daría para recoger fondos y como miembro frecuente sabía que estaría a cargo, algo que la enorgullecía; tenía tantas cosas en mente que creía que no lograrían entrar en el itinerario. Dalila permanecía sentada con los papeles y folletos en su regazo repasando en su mente su lista pendiente de cosas por hacer, tan solo faltaba una semana y no se sentía preocupada en lo absoluto, para ella, todo estaba ya controlado. su actitud irrompible era admirada por la mayoría de las personas en la iglesia.

 Hubo un tiempo en que fue la mano derecha del padre Lucas y algunos recelosos murmuraban que la chica, en secreto, estaba enamorada del padre, solo para ponerla en una situación embarazosa y que las habladurías de las viejas chismosas de la iglesia la hicieran renunciar. Pero no les resultó, ella ignoraba las insinuaciones, como si no le importara, y así era. Los mayores, por otro lado, quedaban fascinados con la joven, ya que desde que se hizo un miembro activo en la iglesia había demostrado lo serio que se tomaba sus compromisos para con la comunidad y lo serio que se tomaba su fe. Dalila, por su parte, prefería dedicarse a lo que más le gustaba: ayudar a las personas. Sabía que los rumores que se hablaban sobre su enamoramiento era mentira. Ella no sentía más que afecto, respeto y admiración por el padre Lucas. ¿Cómo no admirar a alguien tan bondadoso, comprensivo y humilde? Para Dalila, ese hombre representaba todo lo bueno del mundo y no dudaba de meter la mano en el fuego por él. Para cuando se dio satisfecha de servir junto al padre, decidió dejar su puesto y se ofreció para dar clases de catecismo a los niños. Luego siguió con el comedor y otras actividades caritativas. Y para nadie era un secreto que con su devoción y entrega llegaría a ser una de las personas más queridas de su barrio.

 El grupo que habitualmente se presentaba para elevar sus plegarias ya se estaba alistando para irse, Dalila luego de charlar acerca los preparativos les hizo la observación de que el clima se nubló y que antes de que lloviera, se marcharan. Sin replicar, se fueron a sus casas. Dalila pensó en lo curioso que siempre ha sido los cambios climáticos en su país. En la mañana podía estar soleado y después del mediodía completamente oscuro, para nada predecible. El viento se volvió más violento y agitaba su cabello castaño y liso hacia su cara. Se lo recogió de manera hábil en un moño alto y comenzó la tarea de recoger las sillas de plástico rápidamente, poniendo una encima de la otra, junto su amiga Elena. La segunda le comentaba a la primera sus grandes hazañas de conquistas dentro de un grupo de chicos que hacían fiestas y distribuían sustancias ilícitas. No hacía falta preguntarle qué hacia allí. Dalila solo negaba de manera reprobatoria y sonreía. Había intentado otras veces persuadir a Elena para que se alejara de esas personas, la chica decía que lo dejaría y así era durante unas semanas. Pero luego volvía. "No es un caso perdido, pero si de atención" se repetía Dalila cada vez que se encontraban. Dalila se decía que, para poder describir a Elena, la gente tendría que ver el clima de Barquisimeto un día entero para poder entenderla y llegar a la conclusión de que es igual de impredecible.

 Antes de irse se aseguraron de que todo estuviese en su sitio, cuando lo hicieron, partieron. Las chicas se fueron a pie ya que sus casas quedaban cerca y ellas eran casi vecinas. Con paso apresurado y en silencio contemplaban todo a su alrededor. Las mismas casas, los mismos árboles que las habían visto pasar muchas veces. Dalila conocía el camino de memoria, no es que fuera muy complicado; pues para llegar a la iglesia desde su casa, solo tenía que caminar en línea recta unas siete cuadras. Elena fue la que habló primero, mencionaba que el precio de la ropa había aumentado y exagerando sus gestos se llevó una de sus manos a la cabeza de manera teatral mientras exclamaba que, si la situación seguía así, tendría que dejar de salir los fines de semana. Dalila rió. Para nadie era un secreto de que la situación iba de mal en peor, Venezuela se había convertido en un pozo de realidades amargas; lo que antes era hilarante, ahora era triste y desalentador. Actualmente muchas personas emigraban a otro país para una mejor calidad de vida. "¡Quien no!" pensaba Dalila cada vez que veía las noticias en internet y se enteraba del número de venezolanos que partían se incrementaba. Todos vivían inseguros y con miedo. Estaba convencida de que ella era una de muchas personas que día a día trataban de sobrevivir. Sin embargo, no todo era malo. Aún la gente tenía la actitud y el humor que los caracterizaba. A cada cosa mala se le agregaban cinco buenas con las risas y la poca seriedad que transmitían. Pero el secreto es que todos querían aparentar lo que no son, lamentablemente. Dalila a veces soñaba con esa Venezuela feliz y sin miseria, rezaba para que volviera. "queda en manos de Dios" se decía y con eso se tranquilizaba.

No es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora