Capítulo 2

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Hannah

Pasé el día entero en el laboratorio hasta que mi turno acabó. De todas formas terminé trabajando hasta las nueve ya que Adam me estaba cobrando el favor.

Fui a mi taquilla y me quité el delantal, lo colgué y me senté unos segundos. Suspiré.

—¿Qué voy a hacer?—me pregunté en voz baja, saqué del bolsillo de mi pantalón una fotografía pequeña. Allí estaba Anthony vistiendo un suéter verde con una gran sonrisa y un auto de juguete rojo.
—Bonito bebé—dijo una voz femenina detrás de mí. Era Stella. Me volteé hacia ella disimulando la tristeza.
—Si, es hermoso—respondí.
—¿Es tu...hijo?

Dudé, pero no pude evitar mentirle. A alguien debía contarle.

—Si—susurré y comencé a sollozar. Stella se aproximó y me abrazó.
—Shh, tranquila, tranquila—me acarició la cabeza—. ¿Qué ocurrió? ¿Quieres hablar?

Me senté y Stella se sentó junto a mi.

—Se llama Anthony... Es mi pequeño bebé. Su padre se llama Ben, es un imbécil. Lo único bueno que me dejó fue a mi hijo.
—¿Qué ocurrió?
—Traficaba drogas. Me dijo que no lo haría más y una vez, una noche mientras Anthony y yo mirábamos una película unos maleantes entraron buscando a Ben, queremos nuestra droga, queremos nuestra droga decían una y otra vez. Resulta que jamás había dejado de traficar. Lo denuncié y me marché.
—Eres muy valiente.
—Pero tengo miedo.
—¿Dónde está Anthony?
—En Orlando con mi hermanastra, es la única que sabe de su existencia.
—¿No le has dicho a tu madre o a Mac?
—No, no sé por qué pero no puedo.
—¿Y jamás sospecharon algo?
—Nos veíamos una vez por mes por cámara, o simplemente nos llamábamos. No saben nada sobre Anthony.
—Deberías decirles. Debes traer a tu hijo aquí, tiene que estar contigo Hannah.

Bajé la mirada. Stella tenía razón. Incluso mi hermana me decía que debía contarles. Un hijo es especial, único, algo que no debería ocultar y sentirme orgullosa. Y me siento orgullosa de Anthony, pero tengo miedo.

—Llamaré a mi hermana y le diré que venga con Anthony, Stella. Le diré a mis padres y dejaré de ocultar a mi pequeño—dije finalmente armándome de valor. Ella sonrió y me abrazó.


Ingresé al laboratorio y fui hacia las taquillas. Me coloqué el guardapolvo y salí hacia Rastros. Adam estaba allí moviéndose mientras observaba por el microscopio.

—Deberías haber sido bailarín—dije. Él sonrió y siguió en lo suyo. Dejé unas cosas allí y me marché hacia la oficina de mi padre. Ingresé mientras él leía algunos archivos. —Hola.
—Hannah—dijo dejando el papelerío de lado—¿Te molestaría ir con Danny?
—¿Ir...? ¿A dónde?
—Acaba de llegar un caso ¿irías con él?
—Claro—respondí. Me entregó un papel y me besó la cabeza antes de marcharse.

Buscaba a Danny, pregunté pero él aún no había llegado así que me adelanté y conduje hacia el centro de la ciudad. Me detuve en un departamento que estaba cubierta de la cinta amarilla y habían unos cuantos policías. Habían dos cuerpos en la puerta y miles de agujeros de balas.
Reconocí a Sheldon junto a los cuerpos y me acerqué a él mostrando el carnet a los policías.

—Taylor—dijo—. Creí que Danny vendría.
—¿Te molesta mi presencia?
—No, sólo decía.
—¿Y bien? ¿Qué tenemos?
—Estos dos, y otros tres dentro.
—Será un día largo—dije y me puse de cuclillas junto a él—¿Qué sucedió?
—Pandillas—respondió una voz masculina detrás de mí. Volteé y vi a un hombre de traje, cabello negro y ojos claros.

Miré a Sheldon esperando a que me lo presentase. Tardó un momento en descifrar ello.

—Oh, él es Donald Flack—dijo—. Don, ella es la hija de Mac, Hannah.
—Así que tu eres la famosa hija de Mac... Un gusto—estrechamos nuestras manos—. Como decía, pandillas. Los vecinos conocen a estos chicos, dijeron que eran mafiosos, malcriados e incluso unas muchachas los catalogaron como sexys.
—No le veo nada de sexy a un chico con una bala entre sus ojos—dije mirando al moreno de chaqueta verde que estaba repleto de sangre.
—Gustos son gustos, Hannah—decía Sheldon fotografiando el cadáver.
—Bien, iré dentro—me levanté y pasé la puerta de entrada para encontrarme con otra espeluznante escena. Sangre por todos lados, parecía que una bomba de tinta roja hubiese estallado allí.

Fotografié y marqué, recogí y etiqueté.
Era un buen caso y si con eso conseguía impresionar a mi padre bien por mi, aunque tendría que esforzarme.

CSI: New YorkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora