Capítulo 3

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Regresé al laboratorio donde recibí un mensaje de mi hermanastra, aquel mensaje me dejó pensando todo el maldito día mientras analizaba algunas muestras.

—No era nada de otro mundo—me dice Adam alcanzándome una impresión.

Miré la hoja de reojo y asentí.

—Ni siquiera haz leído el resultado—dijo. Tomé la hoja entre mis manos y leí.
—Jarabe para la tos, Adam—dije algo malhumorada. Él lo notó y evitó seguir hablando. —Lo siento.
—Descuida. Debes tener un día duro ¿cierto?
—Ni te imaginas.

Cayó la noche y debía dejar el trabajo hasta el día siguiente. Hoy volvería a casa con papá y tenía que estar lista para dar las noticias. Revelar un secreto tan grande sería lo más difícil del mundo y probablemente mi padre se pondrá feliz. Le di un nieto, un hermoso y saludable niño. Estaba nerviosa, le había ocultado esto durante mucho tiempo.

Subí al automóvil y le sonreí. Encendí la radio y él condujo hasta casa. Al llegar noté que seguía siendo la misma pequeña casa con tejas azules y paredes grises, con un pequeño patio y cochera.

Bajamos del automóvil e ingresamos.
Me tiré sobre el sofá exhausta.

—Papá—le dije mientras se quitaba el abrigo—. ¿Haz salido con alguien? Digo, en una relación.
—No tengo tiempo para esas cosas—respondió.
—¿Por qué no?
—Porque si comienzo una relación ahora podría poner demasiada atención en ella, o en mi trabajo, y las mujeres se disgustan cuando eso ocurre. ¿Por qué? ¿A qué se debe la pregunta?
—Curiosidad, papá.

Sonrió y fue hacia la cocina doblando las mangas de su camisa.

—¿Y tu?—preguntó sacando unas bebidas de la nevera.
—¿Si he salido con alguien? De eso te quería hablar, papá.
—¿A si?

Asentí y él se sentó junto a mi entregándome una botella se cerveza.

—Mi novio se llamaba Ben, él era perfecto. Estuvimos juntos durante un cuatro años y creía que era el amor de mi vida.
—Siempre es así, cariño.
—Él... pues, con el pasar del tiempo sentí que se traía algo entre manos. No sabía qué pero intuí el peligro en sus ojos.
—¿Y te alejaste de él?
—Traficaba drogas, papá—dije y mi voz comenzó a quebrarse, bajé la mirada—. Dijo que no lo haría más, me mintió.
—Hannah.
—Pero ese no es el maldito tema.
—¿De qué hablas?

Alcé la cabeza para mirar a mi padre.

—Tengo un hijo de tres años, papá—dije.

Noté la confusión en su rostro. Me miraba como si estuviera loca, y luego me abrazó y besó mi cabeza mientras yo lloraba.

—No es necesario que me cuentes más—susurró—. Solo quiero saber dónde está el pequeño y si tu madre lo sabe.
—No, papá. La única persona que lo sabe es Megan, y ahora tu. Él está en Orlando con ella. Va al preescolar y es adorable.
—¿Cómo se llama?
—Mac... Macbeth.
—Deberías dejar de leer a Shakespeare.

Ambos reímos.

—Debes contarle a tu madre—dijo poniéndose algo serio. Asentí. —Y debes traer al pequeño aquí.
—Por esa razón pensé en decírtelo más rápido, papá. Megan ya no puede cuidar de él, Mac vendrá mañana por la mañana. Debo ir al aeropuerto por él.
—Bien, bien. Pero llama a tu madre y dile—dijo y besó mi cabeza—. Gracias, hija, haz abierto mis ojos. Ahora me doy cuenta que estoy algo viejo.

Luego de aquella charla motivacional llamé a mi madre, ella lloró mucho más que yo e incluso gritó y comenzó a planear una fiesta de bienvenida con todos nuestros familiares. Y estaba feliz, quería conocer a Mac lo más rápido posible y me regañó, solo un poco, por tardar en decirle sobre él.

Al acabar y despedirme me duché en paz, ya no había nada que ocultar, ya no había nada que temer.







Amanecí contenta, cargada de energía.
Fui hacia la cocina donde mi padre estaba preparando el desayuno, aún no se había ni siquiera vestido para ir a trabajar y llevaba su ropa dominguera.

Me senté frente a él en la isla de la cocina y me sirvió unos waffles y café.

—Buenos días, abuelo—reí.
—Hola, cariño.
—Veo que te estás tomando tu tiempo.
—Si, tu deberías intentarlo.

Luego de desayunar fue a vestirse. Estuvo listo en poco tiempo y nos marchamos hacia el laboratorio.
Aparcó el coche e ingresamos. Aún habían algunos del turno noche que se fueron marchando hacia las nueve.















Lo siento por el capitulo corto, gracias por leer, votar y comentar.
Adiós.

CSI: New YorkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora