Todo comenzó con una adolescente llamada Emilia que como costumbre estaba acostada en su pieza fumando un cigarro, sola como siempre. Tenía mucho miedo de enfrentar la vida, lloraba y lloraba porque no sabía qué hacer, necesitaba ayuda pero no sabía cómo pedirla.
No le iba muy bien en la escuela, de hecho le daba miedo ir, la mayoría del tiempo estaba sola, ya que no le gustaba sociabilizar. Este problema empezó hace exactamente un año.
Comenzó el año pasado, una niña de quince años, a la que le gustaba participar en todo tipo de actividades, una niña a la que le gustaba hacer amigos y sociabilizar, si, una niña como dije al principio, llamada Emilia.
Empezaron algunos problemas en la escuela, en donde la empezaban a molestar hasta el punto de hacerla llorar. Fue tanto, que llegó a colapsar.
No pudo seguir asistiendo a clases al menos por un buen tiempo, y ahí fue cuando empezaron sus miedos, más de los que tenía antes.
Estaba muy débil de mente en esos momentos como para querer salir de su casa a enfrentar la vida, los problemas. Sentía que nadie la entendía, de un día a otro todo había cambiado en ella.
Quería ayuda, pero siempre estaba sola, su padre trabajaba todo el día y su madre murió cuando ella apenas tenía cuatro años. Emilia vivía sola con su papá, y desde los cuatro años que siempre fue así.
Siempre sintió que le hacía falta una figura materna, una cómplice, una amiga, una mamá. Pero tenía que aprender a vivir sin una, y eso la mataba por dentro, pero lamentablemente no podía hacer mucho, las cosas no estaban en sus manos.
En las vacaciones de verano en realidad Emilia no salió mucho, seguía con miedos, pero un día su mejor amiga, Katherine, la fue a buscar a su casa de sorpresa para llevarla a una fiesta. Ese día estaba tan relajada que aceptó la invitación que le hizo Katherine, su mejor amiga.
Salió de su casa, muy arreglada y se fue junto con Katherine, fueron las primeras en llegar a la casa en donde se encontraba la fiesta.
Al principio Emilia estaba muy aburrida, no veía ninguna cara conocida, hasta que de pronto entró a la casa un chico muy guapo, alto, de ojos cafés muy preciosos. No podía parar de observarlo, se veía muy tímido y callado. Estaba sentado solo en un rincón pegado a su teléfono.
Trataba de despegar la mirada, pero era muy difícil hacerlo, ya lo había visto antes pero nunca había hablado con él.
Quería hablarle, pero no sabía de qué, ni mucho menos como. Pero se armó de valor y se fue a sentar justo al lado de él. No fue capaz de decirle ninguna palabra y antes de que lo hiciera, se puso de pie y salió de la casa.
Katherine, su mejor amiga se había puesto a bailar con otro chico que había llegado, Emilia estaba sola, una vez más.
Estaba tan aburrida, se sentía tan sola y fuera de lugar, que a las horas después Emilia tomó sus cosas y salió de la casa. Justo cuando iba saliendo se encuentra con el chico guapo, de ojos cafés que estaba llorando en el patio de la casa, a si que se le acercó y se armó de valor para hablarle.
-¿Por qué estas llorando? -preguntó Emilia
-Nada, por favor déjame solo –Respondió el chico guapo de ojos cafés
-Pero te he visto solo toda esta noche, no deberías estar aquí llorando, aislado de todos.
-¡Déjame! -Exclamó el chico, llorando.
Emilia no sabía si quedarse o irse, ya que ella sabía perfectamente lo que era estar llorando a solas y sin nadie que la consolara, es terrible. Pero no le dijo nada, simplemente le dio un abrazo y se quedó con él hasta que estuviera más tranquilo.
Al rato después el hermoso niño de ojos cafés estaba mucho más tranquilo y se disculpó con Emilia por haberle gritado.
-No te preocupes –Respondió Emilia
-No dejaré de disculparme nunca, no te fuiste, a pesar de que te lo pedí, y me diste el abrazo que tanto necesitaba, lo siento. –Respondió el chico
-Tranquilo, todo está bien. Por cierto, no me has dicho cual es tú nombre.
-Dylan, ¿y el tuyo? –Respondió con una sonrisa en su cara
-Mi nombre es Emilia
Estuvieron compartiendo toda esa noche, ella no podía dejar de observar a Dylan, y él no podía dejar de observar a Emilia. Empezaron a hablar muy inesperadamente y fueron horas y horas de charla, sin parar de reír, fue como si se conocieran de mucho antes.
-¿Por qué estabas llorando, Dylan? –Preguntó Emilia
-En realidad me sentía solo, no conozco a nadie aquí y vine solo porque mis papás estaban peleando y solo quería salir a distraerme.
-Animo, yo estoy contigo.
-Gracias, en realidad me has distraído mucho de mis problemas.
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Un pequeño recuerdo
Teen FictionEmilia una adolescente que la ha pasado muy mal en su vida, va descubriendo lo que es la felicidad y el amor, aunque notará que todo es efímero, y lo mejor dura poco.