Consideraciones finales

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Estimado lector:

Espero haber logrado transmitir a través del relato el mensaje apropiadamente.

En ningún momento ha sido mi intención justificar los actos violentos, ya sea de uno u otro personaje, sino reflejar que la violencia engendra más violencia y que cuando el ser humano vive en un entorno malsano termina enfermandose.

También he querido mostrar que a veces el fin de ese tipo de víctima, la de la violencia de género, no es la muerte o la salvación, sino que presionada hasta el límite de su tolerancia, de su integridad física y psíquica, desarmada su moral, la víctima puede trasmutar en victimario y generar el mismo daño o incluso más que aquel.

Esta posibilidad es factible, y las consecuencias lamentables.
Pero es la realidad de un flagelo que habita y forma parte de la sociedad, no de un individuo aislado y que ha llegado a ser pandemia, por no ponerle un freno a tiempo.

No hay curas milagrosas para la violencia, en el caso puntual de la de género esta está arraigada en el imaginario colectivo desde tiempos remotos, y sienta sus bases en una historia patrialcal, donde los hombres, biológicamente "más fuertes", ejercían dominio sobre la mujer, biológicamente "más débil, menos apta". De ahí, la imposición de un rol asignado a cada individuo basado en su sexo, que se extendió durante géneraciones acentúando diferencias mucho más hondas, y con connotaciones más psicológicas.

Son nuestras estructuras cognoscitivas, nuestro pensamiento, el que hay que modificar, pues obra en la forma en que percibimos el mundo y construímos nuestras relaciones con el entorno y el prójimo.

Desarraigarse de concepciones arcaicas y misóginas es la mejor forma de tratar la violencia.

MonstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora