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Advertencia: Esto es un "What if" El capitulo anterior sigue siendo el final oficial de la historia. Esto es un fluff descarado y super domestico. Creo que esta de más decirlo, pero la cursiva/italica es el pasado. 

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Su corazón latía a mil por hora, en sus oídos retumbaban sus latidos, su vista nublada por las lágrimas, la desesperación y la ira. Acunaba en su pecho el cuerpo inerte de Licorice, llenando su propio cuerpo de sangre. Sus ojos erráticos fijados en Fumus, esperando a que este abriese los ojos como el día del nacimiento de su hijo.

Entre los tambores que resonaban en sus oídos, escuchaba voces; jadeos de sorpresa, gritos de pánico, llanto. No supo quién, pero alguien se acercó por su espalda, pasos rápidos. Gruñó, rugió desde lo más fondo de su pecho, haciendo detener al extraño. Cerró los ojos con fuerza, su cabello en llamas, pero las lágrimas no se detenían. Acarició los cabellos de Licorice, sosteniéndolo con fuerza y miedo.

Los quería de regreso; los quería de nuevo con él, en sus brazos, volver a escuchar sus voces, volver a ver sus ojos, volver a sentir su calor. Ivlis los quería de nuevo con él. Porque sin ellos, el Diablo no era nada ni nadie, sin sus más preciados seres él no veía la razón de vivir, no veía porque pelear y mucho menos porque seguir esforzándose. Ivlis daría lo que fuera por tenerlos de regreso con él.

—Ivlis—.

Un quejido, un pequeño quejido de dolor seguido de una suave respiración contra su cuello. Ivlis se congeló en su lugar, abrió los ojos como platos y observó sus brazos; Licorice en su figura de infante se retorcía de dolor, sangre corriendo de sus heridas y sus ojos cerrados, cejas frunciéndose con dolor. El corazón de Licorice latiendo, un latir lento y una respiración complicada.

Licorice estaba con vida, su hijo, su pequeño hijo, estaba vivo aún. Una sonrisa temblorosa y escéptica apareció en sus labios. Pegó el menor una vez más a su pecho, ahora llorando por el alivio y la alegría, pero esto fue poco al sentir el aún helado cuerpo de Licorice. El menor se quejó una vez más por el dolor e Ivlis llamó a Rieta a gritos.

La demonio, quien había sido a quien alejó con su gruñido, se acercó sin demora a él. Entre el pánico y la sorpresa, Ivlis le ordenó llamar a los mejores médicos y que estos atendieran a Licorice lo antes posible. Sin detenerse a pensar, Rieta asintió; tomó a Licorice con cuidado en sus garras y desapareció por el pasillo, seguida de Emalf que cargaba a una Poemi que aún sollozaba.

—Ivlis...—.

Cuando desaparecieron por el pasillo, Ivlis se limpió las lágrimas, manchando su rostro con la sangre de su hijo. Una mirada determinada en sus dorados ojos, se acercó a Fumus y tomó el cuerpo en brazos, acunándolo como antes había hecho con el de Licorice. La cabeza del Dios en su hombro, mientras que el resto del cuerpo en el regazo del Diablo. Lo sostuvo con manos temblorosas y así suspiró.

Había conseguido que Licorice volviera con él, entonces Fumus podría volver también. Depositó un delicado beso en la frente de Fumus. Ivlis lo abrazó y cerró los ojos. Deseaba, desde lo más profundo de su ser, que Fumus volviera con él. Quería tener ese reconfortante calor, esos hermosos ojos violetas, esa profunda voz, esa imponente figura, esas fuertes palabras llenas de superioridad.

Ivlis quería a Fumus, deseaba a Fumus de nueva cuenta. Deseaba llenarlo de caricias y besos, malcriarlo con joyas y tabaco, hacerle el amor hasta caer exhaustos, deseaba ver a Fumus y Licorice juntos; sonriendo y conviviendo juntos. Deseaba ver la sonrisa del Dios, deseaba abrazarlo sin tener una razón real, deseaba verlo fumar una vez más. Deseaba que Fumus estuviera a su lado una vez más.

Jaula doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora