Capítulo 3

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Cuando el día llego nuevamente, mi nerviosismo no se hizo esperar, estaba seguro que William me diría algo que lograse ofenderme, aunque él nunca mostrase ser una persona grosera, presentía que lo haría esta vez.

Las miradas curiosas se posaban en mí, mientras las persona cuchilleaban cosas, posiblemente no creyendo que el nuevo chisme que acaparaba todos los oídos, era verdad.

Entré al salón como en un día cualquiera, los de mi clase eran lo más acostumbrados a los chismes sobre mí —porque sí, había muchos—, con uno más, no se les veía sorprenderse. En cambio las miradas que no se encontraban en mí, estaban pegadas a William, quien al sentirlas, se removía algo incómodo en su lugar.

En todo el tiempo luego de la fiesta, por fin se atrevió a mirarme. Fue una mirada fugaz, y bien disimulada, en ella estaba cargada un leve desagrado y odio.

Decidí no hablar con él hasta la salida o la hora de descanso, debíamos ir a un lugar poco transitado, porque si bien alguien nos lograba ver juntos, posiblemente confirmarían que el chisme era verdad. Y sabía perfectamente que eso no le convendría.

Pero no fue necesario el esperar, ni siquiera fui yo el que se acerco a él. William se acercó a mí rato después de que la primera clase hubiese acabado, las miradas curiosas no se hicieron esperar. Me tomó de forma algo brusca, mientras me veía ceñudo y sin disimular ni un poco su descontento.

  —Debes desmentir lo que dicen de ambos, o ya verás que te va a suceder, maldito —se adelantó en decir, soltando su agarre, su tono de voz fue un tonto intento de intimidarme. Era claro que no estaba acostumbrado a realizar aquello.

Para dar énfasis a su amenaza, había acercado su rostro hasta quedar muy cerca del mío, tanto que sus grandes gafas se empañaron por mi aliento, cosa que no había hecho nada más que empeorar las cosas. Suponía que para hacer eso, a William se le había olvidado en la posición en la que nos encontrábamos ambos: con un chisme sobre nosotros teniendo relaciones sexuales y la clase entera mirándonos en ese momento.

  —Eso haré, tranquilo —aseguré tranquilamente, él se alejó de mí, colocándose erguido, para seguido enviarme una ultima mirada gélida y marcharse.

Confirmado. Las cosas entre nosotros estaban peor de lo que imaginaba. Tal vez quejarme de el porque ya no me miraba no había sido una muy buena idea, me hubiese gustando quedarme así en lugar de que él deseara asesinarme con ella.

Luego de que un rato pasara, y mi mente se recuperara, miré la ironía de la situación. El ex virgen religioso y correcto me había ido a amenazar usando palabras poco amigables. Que situación tan cómica ¿no?

Bueno, posiblemente la situación no era nada cómica, pero que sería de los humanos si no viéramos ni un poquito de humor en las cosas.

Suspire llevando una mano a mi rostro, frotándolo en busca de deshacerme de la frustración. ¿Cómo desmentiría aquello? No tenía ni puta idea. Max se me acercó, palmeando levemente mi espalda, dejándome en claro su presencia.

  —Hey, ¿qué tal te fue? ¿qué te dijo? —Se apuró a cuestionarme, no escondiendo en ningún momento su tono curioso, y su hambre de saber más información. Quité mi mano de mi rostro y me volví hacia él.

  —Me acabó de amenazar —contesté con el rostro rígido. Max soltó una risa ante mis palabras y la manera en la que las había dicho.

  —Dime, que fue exactamente lo que te dijo —pidió saber luego de haberse cubierto la boca, asegurándose que ninguna otra risa saliera de ella.

  —«Desmiente lo que dicen de ambos, o ya verás lo que te sucederá, maldito» —intenté imitar su tono en voz baja, pues si William me escuchaba probablemente estaría más furioso conmigo de lo que ya estaba. Era una suerte que la mayoría de la clase estuviese de bulliciosa—, algo así.

En contra de la religión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora