Esperamos cerca de una hora más por el vuelo. Mi trasero ya se había vuelto plano cuando una cálida voz femenina sonó a través de los parlantes informándonos que el avión con destino a Madrid ya podía ser abordado. Me había levantado a toda velocidad del suelo, pero al no contar con que mis piernas se habían entumecido por estar tanto tiempo en la misma posición, caí de rodillas. Sentí risas a mí alrededor, pero la humillación creció cuando no pude levantarme ni sola ni con la ayuda de mi abuela, sino con la ayuda de dos hombres robustos más que tuvieron que arrastrarme hasta mi asiento en clase turista. Si… terrible espectáculo dado por la reina gelatina, pero con ésto, y con lo que había sucedido con el chico famoso, estúpido y pomposo, le había alegrado el día a mi mejor amiga, Lesslie.
—¡No te creo! , ¡no te creo! —exclamó excitada desde el otro lado del teléfono—. ¡Estás de broma!
La había llamado luego de que las azafatas dieran orden de que podíamos usar la tecnología dentro del avión y le había contado todas mis desgracias en susurros. Mi abuela roncaba plácidamente a mi lado, con la almohada acolchonada que se había comprado unos días atrás para el viaje. Ni siquiera había esperado a que el avión despegara, que por cierto fue la mejor sensación de vértigo que tuve jamás, sino que apenas se sentó se durmió como un oso.
Suspiré molesta.
—¿Y por qué demonios no le has pedido un foto? O aunque sea un autógrafo para tu dulce y tierna amiga… —continuó regañándome Less. La imaginé hinchando sus mofletudos cachetes y haciendo un puchero infantil. No pude evitar sonreír.
—Si claro Less, luego de haberlo insultado le decía, “Oye imbécil maleducado, ¿te sacas una foto conmigo para mi linda amiga que es tu fan? ¡Sonríe!” —bromeé. Y volví rápido al tono serio—. De verás nena, tendrías que haber visto mi cara cuando me lo dijeron. Quería morirme.
—La imagino perfectamente —se burló conteniendo la risa. Yo gruñí.
—¡Oh! Descuida. No lo volverás a ver en tu puta mísera vida, ¿por qué te preocupas tanto? —no pude evitar sentirme peor al oír eso—. Además, no tienes la culpa de no haberlo conocido. Aunque te he nombrado la banda Hell0 Lucifer millones de veces…
Gruñí nuevamente. Tenía razón. Me había nombrado la banda del idiota un par de veces, pero como a mi no me interesaba en absoluto ese tipo de música, se rindió y no me la volvió a mencionar jamás.
—¿Me odias, verdad? —la pregunté con tristeza. Porque sabía que si bien Hell0 Lucifer no era una de sus bandas favoritas, pues prefería el rock pesado, ella hubiera dado lo que fuera por conocer a Liam Carter en persona. Pero para mi sorpresa rio con ganas.
—¿Qué dices?, ¿Odiarte? Cher… aunque confiese que quiero golpearte, te has convertido en mi ídolo —rio y yo alcancé a formular un débil “por qué”—. Es que… no solo no reconociste a un artista extremadamente famoso sino también que lo insultaste. ¡Lo insultaste, Cherry, delante de toda esa gente!
—Entonces añade a la lista que le arrebaté su costoso celular de la oreja —razoné amargada. Mi amiga se destornilló de risa.
Si. Era una completa imbécil, lo sabía. Y con respecto a su móvil, al final no se lo había devuelto, pero se lo había dejado a un guardia de seguridad del aeropuerto de Valencia, diciéndole que lo había encontrado de casualidad en uno de los asientos. ¿Y si el chico me denunciaba por robo cuando se diera cuenta de que no lo llevaba encima? Por más ganas que tuviera de quedármelo porque le pertenecía a él, debía sacármelo de encima. En eso creía haber hecho lo correcto. Aunque creía que a Liam no le interesaba mucho de todos modos. Porque… ¿quién se olvida de su celular si lo cree importante?
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Love Song
RomanceCherry es una chica de dieciocho años bastante impulsiva, orgullosa e independiente, que está a punto de viajar con su abuela a Madrid para visitar a su madre que vive allí por trabajo. Pero de lo que seguro sería un viaje sumamente tranquilo, se t...