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A las 5, ya habiendo comido un delicioso platillo en un pequeño restaurante cercano, se empezó a alistar: se bañó, se puso su (único) traje y abotonó su camisa mientras practicaba su nueva personalidad: Charles Bayton, un joven empresario londinense que disfrutaba de un buen bourbon, andar a caballo y una debilidad por las pelirrojas (rodó los ojos, se vengaría de Hill muy pronto).

Se ajustó una última vez su corbatín antes de salir de su habitación, con abrigo e invitación en mano.

SHIELD le había prestado un bonito carro: no muy grande pero elegante, un carro a su parecer apropiado para un empresario. Condujo por las calles hasta llegar al centro de la ciudad de Budapest, llena de la energía de la gente que caminaba y conducía por ahí. Llegó pronto al hotel (ese si era un buen hotel), le dio las llaves a valet parking con algo de propina y entró.

Ya había bastante gente adentro platicando, tomando tragos, etc. Tomo asiento en la barra y empezó a mirar a su alrededor, gente de todos lados estaba ahí, incluyéndola a ella.

El vestido lucía mejor puesto, de un bonito color azul rey, su cabello completamente alzado y moviendo su mirada de un lado a otro, le recordó a aquella escena en Cenicienta, donde ella entra al palacio y cuando el príncipe la ve no hay nadie más en el salón. Sacudió la cabeza, tomó dos copas de champán del mesero más cercano y se le acercó "¿Qué hace una chica bonita como tú tan sola en una gran fiesta como esta?"

"La última persona que dijo eso se tuvo que ir a limpiar la champaña del saco"

"Y es divertida también. Soy Charles" le dijo con una sonrisa.

"Nadia" le respondió igual y él sólo pensó en que el nombre de 'Natalia' era más bonito.

Hablaron de muchas cosas y él incluso logró sacarla a bailar. Estaban en su segunda pieza cuando ella se tensó, algo había llamado su atención. "¿Pasa algo?" le preguntó.

"Vuelvo en un minuto" respondió y salió de su agarre, caminando apresuradamente hacia una de las puertas.

"Bueno, es hora" se dijo y después de 10 segundos de ella haber desaparecido él la siguió; detrás de la puerta había un pasillo que llevaba a las primeras habitaciones del hotel. Empezó a caminar lenta y sigilosamente, subiendo el volumen a sus aparatos auditivos para atrapar cualquier cosa y pronto llegó: hablaban en húngaro, un idioma que tenía un poco oxidado, pero hasta ahora iba comprensible.

"Ya es hora, doctor, la KGB no lo esperará más. Deme los resultados"

"Yo... no puedo, necesito hacer más estudios y..."

"¿Sabe qué es lo que yo creo, doctor? Yo creo que usted está mintiendo. Las mentiras son malas, doctor. Vender nuestros productos a China es peor"

"¿China?"

"Ajá"

"Pero qué... ¿cómo lo supo?" Clint escuchó un silbido seguido del piar de un pajarito "Me lo dijo un pajarito" la escuchó decir y tiró del gatillo.

Clint inmediatamente abrió la puerta y entró, derribándola y haciéndola tirar el arma.

"No creo que estos sean los negocios de un empresario, Clint"

"Bueno lo siento, pero me mentiste Natalia, las mentiras son malas." Natalia zafó uno de sus brazos de su agarre y lo golpeó en el estómago, sacándole un poco el aire, pero el agarre en su otro brazo aún era muy firme así que le dio un cabezazo y aprovechó para tomar la USB y salir corriendo de la habitación.

Clint gruñó adolorido, pero se levantó lo más rápido que pudo, ella iba en tacones y el vestido lucía estorboso, no podía llegar tan lejos. Corrió hacia la escalera y ahí la vio, bajando la escalera.

Ella llegó al último escalón apenas un minuto antes que él y siguió corriendo hasta que llegó a la calle; la gente seguía haciendo sus cosas, muy pocos siquiera los volteaban a ver cuando ella hizo algo que Clint no se esperaba: se detuvo y cantó: "Lo he dicho ya, mi chica es la razón" Clint la miró extrañado ¿qué carajo significaba eso? y cuando decidió seguir avanzando hacia ella un chico, de la nada, empezó a cantar, abrazándolo por los hombros, y luego otro, y otro más, era como si todos se supieran la misma canción y la coreografía. Estaba atrapado en esta clase de festival. Él vio a Natalia sonreír maliciosamente antes de acercarse a un carruaje, tomar al caballo y alejarse velozmente.

Después de unos largos tres minutos la gente empezó a dispersarse y él corrió a donde había estado el caballo, miró al suelo y encontró algo pequeño y brillante. "Tiene que estar jugando", murmuró mientras tomaba el zapato y corría de vuelta al estacionamiento por su auto. Con un poco de suerte el caballo se habría transformado en perro y él la alcanzaría.

Como una princesa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora