El gobernante regente del impero de Sommevesle, impero que él había construido a base de su pequeño reino, se encontraba en su estudio, lleno de papeles y demás cuestiones que lo comenzaban a fastidiar, como si sus sirvientes estuvieran sincronizados con su ánimo, uno de ellos tocó levemente la puerta e ingresó al cavernoso lugar en espera de la aprobación de su señor para poder hablar, una vez que el azabache monarca dio un gesto afirmativo el impávido sirviente habló:
─ Su Alteza; la hija del conde Schuberg ya ha llegado y lo está esperando en el jardín real
─ Está bien, puedes retirarte ─ una vez el sirviente escuchó el mandato de su señor, dio una inclinación y se retiró tan silenciosamente como ingresó al lugar. Por su parte, el joven gobernante dio un suspiro cansado y se prosiguió a dirigirse al lugar hacia donde se encontraba su visita pensando vagamente que, tal vez, una batalla verbal era lo que necesitaba para levantar su ánimo.
Caminó lo más lenta y calmadamente que pudo, sabía lo mucho que le desesperaba a la rubia que la hicieran esperar, así tal vez su batalla verbal sería más emocionante, antes de pasar a los temas serios. Cuando comenzó a divisar el jardín real también vio a la belleza rubia enfurruñada, y probablemente maldiciéndole entre dientes, a su espera. Al detectar su presencia, los ojos azules se fijaron en el con desagrado pero al instante cambio su expresión por una reverenciosa, expresión que fue acompañada con un delicado y cortés saludo una vez el llego a la altura de la mesa.
─ Tenga una buena mañana su serenísima Alteza, me siento honrada ante el hecho de que pudiese sacar unos instantes para verme, a pesar de su apretada agenda ─ al escucharla hablarle de manera tan respetuosa, el de mirada plata quiso reír pero controlando sus gestos tanto como sabía hacerlo, solo le dio un asentimiento a los sirvientes que los rodeaban para que se alejar de ellos y les diesen privacidad.
Una vez el futuro monarca vio que su orden había sido cumplida y se sentó en la pequeña mesa de té, tomo uno de los dulces más atractivos que encontró y prosiguió a masticarlo lentamente para molestar a su acompañante.
─ ¿Y bien? ─ La rubia, al ver que la persona junto a ella solo le dedicaba una mirada de irónica duda, prosiguió a explicarse mejor ─ ¿Encontraste la forma de ascender al trono sin necesidad de casarte su serenísima alteza?
Él frunció el ceño en señal de descontento, ella sabía claramente lo mucho que le desagradaba que lo llamara "serenísima" y aun así continuaba haciéndolo, su fuese otra persona y no su amiga de la infancia, ya la había mandado a decapitar ─ Ya investigue todo lo que pude y la única opción que es viable para mí es imponer mi reinado por la fuerza militar ignorado las leyes de mis antecesores
─ Pero esa no es una opción ¿No es así? ─ dándole una intencionada mirada de censura a la chica el príncipe prosiguió con su explicación.
─ No lo es; la nobleza no me mira bien, les da miedo el "príncipe militar" ─ soltando un sonido de burla y dirigiendo su mirada a la mesa en busca de otro bocadillo, continuo explicándose ─ Estoy en un delicado equilibrio entre la nobleza antigua de Sommevesle, los reinos aledaños que he conquistado y los reinos lejanos que tengo bajo mi yugo. Sé que con tan solo una leve falta mía podría invocar la insurgencia; no me costaría nada someter a cualquier insecto pero preferiría ahorrarme cosas tan problemáticas.
─ ¿Entonces que harás? ─ la chica continúo bebiendo su té como si se tratara de un tema trivial.
─ A veces me cuestiono tu inteligencia, por supuesto que me buscaré una esposa. No me puse a conquistar tantos reinos para terminar como un insulso gobernador regente.
─ Oh querida y serenísima alteza ¿Le he ofendido? ─ Ante su pregunta la mirada plata se le clavó fría como el hielo pero estaba tan acostumbrada a ella que no le afectaba en lo más mínimo, además le parecía graciosa su ira mientras comía bocadillos dulces como un glotón sin la mínima intención de servirse un poco de té ─ ¿Ya has pensado en tan afortunada dama? He oído que la tercera princesa del reino de Stellaus es como la perfección hecha mujer y, que yo sepa, tú aún no controlas ese reino.