Capítulo 4

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Dylan no reaccionó, se quedó estático. Miraba a la nada sin emitir palabra alguna.

Nos quedamos un rato así. Nadie sabía si hablar o quedarse callado. El ambiente era muy tenso.

— Creo que necesito estar solo —dijo e inmediatamente salió del comedor.

As me hace una seña y me pregunta — ¿Deberíamos ir tras él?

— Mejor dejémoslo un rato, lo necesita —respondí—, ahora vamos a comer.

Ya había terminado de comer cuando decido que es hora de ir a buscar a mi amigo.

Me levanto de la mesa, sin decir nada a nadie y salgo del comedor. Ya fuera recorro varios pasillos hasta llegar al campo de fútbol.

Allí encuentro a Dylan sentado en las gradas, con la mirada aún perdida.

— ¿En qué piensas? —le pregunté mientras me siento a su lado.

— Es extraño como un día puedes estar con una persona, tranquilamente y que de repente, al día siguiente se haya ido —reflexionó—. De verdad, lo siento mucho.

— Lo sé —me limité a contestar.

— No me caía muy bien Zack, pero no le esperaría un destino así a nadie, y en cuanto a Syd, me arrepiento mucho de lo que le hice y no he tenido oportunidad de decírselo —dijo apenado.

— Despertará, ya lo verás —dije intentando convencerle tanto a él como a mí misma.

Según lo que me dijo Ian, el médico le explicó que después de pasar la semana hay una posibilidad entre cien de que despertase. Ya lleva varios meses.

Nos quedamos un rato callados, hasta que veo la hora, faltaban cinco minutos para empezar la siguiente clase.

— Vamos Dylan, ya es la hora —le dije mientras me levanto.

— Ve tú, yo me quedaré un rato más —hice lo que me mandó y me dirigí hacia dentro, no sin antes despedirme de él.

Todavía me quedaban dos clases para terminar la jornada: Matemáticas Financieras y Economía.

Vaya diversión.

(...)

Ya había terminado la última clase del día, por lo que recogí mis cosas y volví a la residencia.

Ya estaba delante de la puerta cuando me percaté de algo, no había llevado las llaves a la universidad hoy.

"Buena esa, Michelle."

Toqué la puerta con la esperanza de que Astrid abriese. Si la memoria no me falla ella debería haber acabado las clases hace más de dos horas.

Volví a tocar.

Pero nadie me respondió, por lo que decidí llamar a mi amiga.

Un tono, dos tonos, tres... salta el contestador.

No podía hacer nada por lo que me recosté sobre la puerta a la espera de que viniese mi amiga.

Esta va a ser una tarde larga...

Ya había pasado casi una hora desde que llegué, seguía esperando fuera a que alguien me abriese.

Mi único entretenimiento había sido contar las personas que habían entrado en la habitación de en frente. En total doce.

¡Esos chicos sí que tienen amigos!

De repente la puerta se abrió provocando que yo cayera hacia la habitación.

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