¿Te quedarás esta noche?

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Era su última noche en la ciudad y su estúpido teléfono no dejaba de sonar, seguramente el viejo calvo y su molesto esposo no podían embriagarse tranquilos sin saber donde estaba.

Estaba en la jodida Kazajistán igual que ellos ¿No? Eso era todo lo que importaba.

¡Sí! ¡Lo admitía! Almaty era una ciudad preciosa, bella, turística, inspiradora, con bellos y estúpidos atardeceres. Todo lo que los malditos folletos habían dicho, pero se les había olvidado mencionar algo.

Era jodidamente aburrida si no eras un jubilado meloso.

Un país recto, sumido en la moral de sus tradiciones y sus costumbres tan ortodoxas no era su idea de unas buenas vacaciones, de hecho él no había querido ni venir, pero como siempre, le obligaron da la manera más ruin, usando sus debilidades en su contra.

Ya tenía 21 años, era un adulto hecho y derecho, independiente e inteligente, ya no debería caer en las manipulaciones del matrimonio Katsuki-Nikiforov, pero le habían prometido un lindo aumento de prendas de alta costura si se les unía en el descanso "familiar".

Cuando iban a entender que no era realmente su hijo, maldición.

Rodó sus ojos con molestia de recordar aquellos días en su compañíaa, habían sido bastante aburridos.

Hasta ahora.

Tras unos segundos de malestar posó la mirada sobre si mismo, examinándose lentamente, su nuevo atuendo era jodidamente genial, de eso no podía quejarse, ya que si era justo, al menos eso sí se había cumplido.

Aunque no con la aprobación de la pareja por supuesto, la dorada tarjeta se deslizó con gracia en cada tienda de prendas inapropiadas que encontró, sólo como capricho para enfatizar su descontento a la pareja.

Además agregó un pequeño detalle.

Una carta dejada en el velador de la habitación matrimonial de lujo, graciosamente escrita de su puño y letra, donde sólo se leía "Fui a divertirme" acompañada con una factura, donde claramente se leía la compra de bastantes preservativos.

Sonrió divertido ante su pequeña pataleta, enseñando su blanca dentadura de forma juguetona, llamando la atención de algunos curiosos, eso sí que acabaría por dejar aún más calvo al peliplateado, adoraba estresarlo hasta ese nivel.

Aunque si era sincero consigo mismo, lo había hecho por mera frivolidad, no tenía real intención de pasar la noche con nadie. Su estilo era tentar, pero jamás dejar tocar, sabía que era deseado y no le permitiría a un idiota cualquiera tener aquel placer, su presencia era un privilegio que no regalaría fácilmente.

No estaba esperando exactamente al amor de su vida, pero simplemente no había encontrado a quien valiera la pena, con los años había construido distintos muros emocionales que le protegían, pero también habían ampliado su soledad de manera bastante triste.

Esta noche no quería pensar en eso, no quería tener los ojos aguados por tonterías, eso corría su maquillaje, que era bastante caro y le había tomado bastantes horas frente al espejo, cabía aclarar.

Hoy quería divertirse, embriagarse, ser deseado, perder el control en los brazos de algún sensual moreno y volver campante a su hotel por la madrugada.

Había oído maravillas de los kazajos que realmente quería comprobar.

Por lo que ahora, mientras el atardecer comenzaba a morir, caminaba muy lejos de su alojamiento. Vestido en unos apretados jeans de cuero negro que abrazaban sus caderas descaradamente y no dejaban nada a la imaginación.

Red velvet loverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora