Prólogo

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Desplegó sus alas para que sean cortadas por su propio verdugo y mejor amigo

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Desplegó sus alas para que sean cortadas por su propio verdugo y mejor amigo. El espejismo que miraba la audiencia ante tal destierro al ángel querido del cielo, respetado por sus pupilos, decano de la corte, era una invención, un escenario mentiroso. Veían a un ángel deplorable, su olor repulsivo a sangre seca por los golpes y de los que se llevó, sus cortadas mal sanas; todo en él era una muestra de traición contra sus iguales.

—¡Córtenlo!

—¡Destiérrenlo de aquí!, ¡no se merece el cielo! —era el grito de aquella gente que él mismo había protegido ante la frontera.

Él sólo miraba a la lejanía cómo su amor lo miraba con decepción.

«No me mires así amor mío, sabrás pronto por qué lo hice» se lamentaba el prisionero.

La hoja de doble filo, se tomó su tiempo para ser escuchado ante la expectación y el horror de las personas, ya que un acontecimiento de sangre y traición, nunca se había visto en el cielo.

Sus alas blancas fueron despojadas, el dolor desgarrador de su voz ronca se escuchó por todo el edén.

La lluvia se hizo presente, como también los truenos bajo el mundo de los humanos.

Eran las consecuencias de aquellos seres que ama el señor, pero que a la vez, clama por que la maldad no esté en el paraíso que antes creó y pobló la humanidad pecadora.

El Dios mismo estaba iracundo una vez más, por el acontecimiento que aceptó ante las pruebas de las acciones de uno de sus hijos: un ángel.

—Ya es hora de que el espectáculo termine, padre —fue lo que dijo claramente bajo aquella lluvia cegadora el traidor en murmullos.

Las personas ya se habían ido varias horas atrás puesto que no había nada más que ver ante un cuerpo sin alas ensangrentadas, ni siquiera por querer mojarse, al instante de aquella ejecución inmemorable.

«Sabrás que estás solo en esto» fue lo último que le dijo en el pensamiento, el buen señor del cielo.

«Si vuelvo ante el cielo mientras no me consuma el infierno. Borrarás de sus ojos esta deshonra» fue su última petición.

Y así, sin más, Dios lo prometió, sonriendo.

Quebrantando al ángel. [PAUSADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora