III

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Si me pongo a pensar  no sé desde cuándo comencé a sentirme así, puede que a los quince dejara de luchar, pero es que no lo tuve nada fácil.
Veo las cicatrices en mis brazos como recordatorio del amor que me tenía mi padre, aún puedo sentir el sabor de la sangre en mi boca cuando sus nudillos se clavaban constantemente  en mis dientes. Ahí tendría unos siete años, y desde que tengo uso de razón recuerdo sus palizas como si hubieran sido de ayer.
Ojalá solo hubieran sido eso, lo que peor llevaba lo que me consumía por dentro eran sus tocamientos... Lo que me hacía...sus...sus miradas... sus palabras...sus manos... su aliento.
Vomitaba cada vez que me hacía aquello.
Vomito cada vez que lo recuerdo.
Ahí comencé a tener miedo, mi gran amigo me esperaba con los brazos abiertos.

Al final todo eso acabó cuando tenía unos once o doce años, mi madre consiguió salir de la espiral de maltrato que nos ahogaba. Huyendo de un monstruo nos fuimos a vivir a otra ciudad para empezar de nuevo.
La felicidad que rebosaba mi madre me hizo sentir que todo por fin iba a ir bien pero no ocurrió así.
Solo se acabó uno de mis tormentos.

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⏰ Última actualización: Oct 09, 2017 ⏰

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