PRIMERA CÁTEDRA EL ORIGEN DEL HOMBRE

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Mucho se ha investigado sobre el origen del hombre y en realidad, de verdad, sólo hipótesis es lo que han elaborado los antropólogos materialistas de esta edad decadente y tenebrosa. Si les preguntásemos nosotros a los señores de la antropología materialista, cuál fue la fecha y el modo exacto como surgió el primer hombre, no sabrían ciertamente darnos una respuesta exacta.

Desde las épocas aquellas de Mr. Darwin hasta Haeckel y posteriormente desde Haeckel hasta nuestros días, han surgido innumerables hipótesis y teorías sobre el origen del hombre; empero hemos de aclarar en forma enfática que ninguna de tales suposiciones puede ser ciertamente demostrada. El mismo Haeckel asegura con gran énfasis que ni la Geología ni tampoco esa otra ciencia llamada Filogenia, tendrán jamás exactitud dentro del terreno de la mismísima ciencia oficial.

Si aseveración de esa clase hace un Haeckel, ¿qué podríamos nosotros añadir a esta cuestión? En realidad, esto del origen de la vida y del origen del hombre, no podría ser ciertamente conocido en tanto la humanidad no haya estudiado a fondo la antropología gnóstica.

¿Qué nos dicen los protistas materialistas? ¿Qué afirman ellos con tanta arrogancia? ¿Qué es lo que suponen sobre el origen de la vida y de la psiquis humana? Recordemos con entera claridad meridiana al famoso Monerón Atómico de Haeckel entre el abismo acuoso. Complejo átomo que no podría en modo alguno surgir de un azar, como lo supone ese buen señor, ignorante en el fondo, Aunque alabado por muchísimos ingleses, hizo gran daño a la humanidad con sus famosas teorías. Sólo diríamos, parodiando a Job: ¡Que su recuerdo se borre de la humanidad y que su nombre no figure en las calles!

¿Creen ustedes acaso que el átomo del abismo acuoso, el Monerón Atómico, podría surgir del azar? Si para construir una bomba atómica se necesita de la inteligencia de los científicos, ¡cuánto mayor talento se requeriría para la elaboración de un átomo!

Si negáramos los Principios Inteligentes a la Naturaleza, la mecánica dejaría de existir. Porque no es posible la existencia de la mecánica sin mecánicos. Si alguien considerase posible la existencia de cualquier máquina sin autor, me gustaría que lo demostrara, que pusiese los elementos químicos sobre el tapete del laboratorio para que surgiera una radio, un automóvil, o simplemente una célula orgánica. Creo que ya D. Alfonso Herrera, el autor de la Plasmogenia, logró fabricar la célula artificial; mas ésta siempre fue una célula muerta que jamás tuvo vida.

¿Qué dicen los protistas? Que la Conciencia, el Ser, Alma o Espíritu, simplemente los principios psíquicos, no son más que evoluciones moleculares del protoplasma a través de los siglos. Obviamente las almas moleculares de los fanáticos protistas no resistirían jamás un análisis de fondo, La célula-alma, el Bathybius gelatinoso del famoso Haeckel, del cual surgiera toda especie orgánica, está buena como para un Moliere y sus caricaturas.

En el fondo de toda esta cuestión y tras de tanta teoría mecanicista, evolucionista, lo que se tiene es el afán de combatir al clero. Se busca siempre algún sistema, alguna teoría, que satisfaga a la mente y al corazón para demoler al Génesis hebraico. Es precisamente la reacción contra el bíblico Adán y su famosa Eva sacada de una costilla el origen viviente de los Darwin de los Haeckel y demás secuaces. Pero deberían ser sinceros: manifestar su insatisfacción contra todo concepto clerical. No está bien que por reacción simple se dé origen a tantas hipótesis desprovistas de cualquier basamento serio.

¿Qué nos dice Mr. Darwin sobre la cuestión esa del mono catirrino? Que posiblemente el hombre devino de allí. Sin embargo no lo asienta en forma tan enfática como lo suponen los materialistas alemanes e ingleses. Mr. Darwin, en realidad, de verdad, dentro de su sistema puso ciertos fundamentos que vienen a desvirtuar y hasta aniquilar absolutamente la supuesta procedencia humana del mono, aunque éste sea el catarrino o catirrino.

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