Una hora después aún daba vueltas como loco en mi habitación intentando buscar una respuesta lógica a que mi gata se hubiera transformado en una humana, pero la respuesta nunca llegó.
Joy que seguía acostada en la cama, solo me miraba con curiosidad y movía su cabeza hacia los lados como lo hacía cuando era mi gatita.
– ¿que haré contigo? – le pregunté a Joy sin saber que hacer. ¿Cómo iba a explicarles a mis padres que mi gata se había transformado en humana? ¿Dónde se iba a quedar a dormir? ¿Cómo se quedaría en mi casa sin que mis padres se enteraran de que tenía viviendo a una mujer conmigo?
Ella solo puso una carita de frustración porque seguro tampoco tenía idea.
– Pensé que me quería con usted, como humana… – dijo de pronto.
– Claro que sí… – aseguré rápidamente – es solo que no estoy seguro de como voy a hacerme cargo de ti en esa condición – la indiqué a ella–. Además, necesitaremos conseguirte algo de ropa – le dije cuando recordé que estaba desnuda y algo así solo pudo olvidárseme tratando de encontrar una explicación a lo ocurrido.
– Pero amo… – me sorprendí cuando la escuché llamarme así y la miré con ojos como plato – no necesito ropa, la mayoría del tiempo solo ocupaba mi collar – dijo poniéndose de pie y casi me da un infarto verla allí completamente desnuda, con un cuerpo de muerte, tan marcado y curvilíneo. Otra vez lo pensé, era realmente hermosa.
– ¡Joy tápate por favor! – le dije tapándome los ojos y dándome vuelta rápidamente, no queriendo aprovecharme de su inocencia cuando comprendí que ella no sabía por qué era tan importante utilizar ropa.
– ¿por qué ahora no quiere verme? – escuché una nota de tristeza en su voz.
– ¡solo metete otra ves en la cama Joy!
– Ya está –dijo desganada y entonces volteé un poco inseguro, pero me había echo caso. Estaba sentada en la cama y el cubre cama la tapaba hasta los hombros.
Me acerqué a ella y le tomé el mentón.
– escúchame Joy, hay cosas que hacen los humanos, que son muy diferentes a los gatos. Por eso debes hacerme caso en todo lo que yo te diga... si es que quieres quedarte conmigo porque o sino, no podré hacerme cargo de ti. – agregué solo para asustarla.
– ¡no! – Dijo rápidamente –haré todo lo que me ordenes, pero no me dejes solita – rogó – ¿y si el lobo malo quiere comerme otra vez? – eso era lo más tierno que había escuchado, parecía una niñita pequeña asustada por el lobo del cuento de caperucita.
– tranquila Joy, el lobo no te hará nada, yo te seguiré cuidando, pero ya sabes… debes portarte muy bien – le expliqué como lo haría con una niña de 5 años.
– ¡miau sii! – chilló feliz y me abrazó. Sentí mi cara arder completamente al tenerla tan cerca, así que me levanté para poder aclarar mis pensamientos.
– Veamos… – analicé la situación –primero debo conseguirte algo de ropa –dije sonrojado mirándola de reojo. – segundo, tendrás que ir conmigo al instituto, no puedo dejarte aquí. Si mis padres te encuentran sola… no sé que van a pensar. Tercero… tenemos que buscar una excusa para que puedas estar conmigo en la escuela y tal ves una para que vivas conmigo y no tener que ocultarte de mis padres, aunque ellos rara vez suben a este piso (el tercero), tal ves no sea necesario.
– Amo… –dijo dudosa.
– ¿qué pasa Joy?
– tengo hambre…
– oh claro – reaccioné –enseguida te traigo algo. – Me dirigí a la puerta – ah y Joy…
– ¿qué amo?