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Tras una larga caminata, llegué al hogar de mi familia, observe la puerta de madera; la planta de mis pies ardían, no creí que el  autobús me dejara en el centro de la ciudad, de no haber sido por el cartel de un antiguo restaurante claramente me hubiera perdido, ya que me daba pánico abrir mis maletas para sacar dinero frente a todos los turistas, tuve que cruzar el pueblo procurando no perderme. Arrastre mi equipaje, espere admirando la estructura, seguía igual que hace años, solamente el color blanco estaba un poco más percudido; tragué saliva, empuje la pequeña puerta de metal, atravesé el jardín esperando en el portón.

En serio estaba ahí, no era un tonto sueño.

Tome la cerradura girándola levemente, el lugar casi siempre estaba abierto, mis abuelos se excusaban con un: ¿Quién les robara a unos viejos?

Y efectivamente, las cosas seguían igual. Sonreí para mí misma, percibí el olor a tarta recién horneada, el parloteo de la televisión, pasos de alguna persona en tacones. Con sólo entrar ya sentía ese ambiente familiar. Tratando de mantenerme en silencio me adentre por completo en la morada, ya no estaban las fotos pegadas en las paredes, el tapizado se había ido para dejar pintura color avellana, la puerta había sido remolada, seguí caminando hasta llegar a la sala, la vieja casetera ya no estaba, ni la televisión antigua, todo parecía remodelado por una pareja joven.

—¿Quién anda ahí? —preguntó la voz de una mujer, procese lo dicho, deje caer mis cosas comprendiendo de quién era la voz —¿Quién eres? —prosiguió sin dejarse ver, yo tragué saliva esperando a verla, entro al salón por la puerta de cristal que daba al patio trasero —Chloé —susurró dejando caer las manzanas que enjuagaba, asentí corriendo para abrazarla, correspondió al instante —¿Qué haces aquí Mi vida? —preguntó, tanto tiempo sin vernos.

—Lita Lette —me aferré a ella tratando de no explotar a llanto, siempre la llamaba así, en lugar del típico: Abuelita, solamente Lita; el Lette proveniente de su nombre: Colette.

—¿Te sientes bien Mi vida? —asentí sintiéndome estúpida por hacerlo sabiendo que ella no podía verme —no sabía que vendrías —la solté de golpe ¿Mi padre no le comento? —pero estoy feliz que estés aquí.

Abrí la boca para hablar me inmediatamente me interrumpió un llanto infantil, ahogue un gruñido de frustración mientras mi abuela se acercaba preocupada al jardín trasero; yo la seguí con lentitud, mi prima Allegra trataba de calmar a mi pequeño primo, mientras buscaba con la mirada a alguna persona.

—¿Chloé? —cuestionó la rubia abriendo la boca, dejó a lo que supuse era su hermano, asentí levemente —no creí que vendrías —formó una mueca disgusto, a lo que yo la imite.

—deberías estar honrada con mi presencia.

—no me hagas reír —musitó —eres vetada...

—¡Allegra basta! Vamos Chloé, tenerte aquí es un regalo para mi —habló mi abuela, yo sonreí victoriosa, mientras que la morena me sacaba la lengua y yo me encaminaba a la sala —no tendrás que compartir habitación si no quieres.

—gracias por recibirme —sonreí con ilusión.

—¿Cómo no recibiría a mi nieta? —exclamó guiándome por las escaleras, tome la primera maleta, sería una perdida de tiempo pedir que cargarán mi equipaje, la habitación era pequeña con una cama de sábanas rosadas, un buró con una lámpara común, un clóset en el que cabía perfectamente, dos bancos tapizados con piel artificial se encontraban frente a lo que parecía ser un escritorio. Apostaría que el cuarto eras una 8 parte de toda mi habitación en el hotel de mi padre, entonces observé las ventanas que daban a un balcón —no puedo darte algo mejor —musitó con pesar.

¡I'm Happy! [Miraculous]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora