Solía

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Solía describirme como una optimista sin solución, pero luego llegaste y resultó ser que siempre solucionas todo.

Solía ser aquella que se reía de los chistes del maestro de historia, aún cuando nadie lo hacía, porque encontraba alegría en su intento de hacernos sonreír; mas llegaste tú, y me obligaste a silenciar mis risas, como si la vida fuese un funeral y yo lo estuviese arruinando todo al querer ser feliz en un momento de tristeza.

Solía ser la que llevaba los cuadernillos llenos de colores rosas y verdes chillantes, porque me encantaba ver como la gente se asombraba al verlos, y se olvidaban por un momento de todos sus males; pero llegaste tú y me mandaste a pintarlos de negro, cuál el día después de tener a un suplente en vez de tu maestro, que ya habías olvidado las reglas, pero te las recuerdan de sopetazo.

Solía dar dulces a todos mis amigos e incluso desconocidos el día de Halloween, porque me llenaba de júbilo ver su sorpresa, e incluso me divertía la desconfianza con la que veían al caramelo; y, una vez más, me arruinaste la emoción cuando ignoraste el delicioso caramelo que mi mano te tendía, al igual que un rey ignoraría a una simple plebeya en los viejos tiempos.

Solía ser feliz si llovía, hacía calor, hacía frío, o ninguno. Yo era feliz antes y después de caerme, era feliz si aprobaba o reprobada alguna clase, era feliz si me amaban u odiaban.

Lo malo es que mi felicidad no los alcanzaba a todos, y a ti te molestaba si brincaba en charcos con mis botas de hule, y a ti te molestaba si tomaba una flor de el jardín, y a ti te molestaba que mirara al cielo y sonriera, pero sobre todo a ti te molestaba que te viera a los ojos y sonriera.

Mas sin saberlo, empecé a respirar de tu atención, más tarde de tu aprobación, y al final morí asfixiada, pues no recibí ninguna.

Ruido SilenciosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora