Todo es perfecto.

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A veces, lo que resulta de lo inevitable puede ser perfecto, y el amor que Victor Nikiforov sentía por su esposo, Yuuri Katsuki, era una prueba de ello.

Para el ruso, fue inevitable enamorarse de Yuuri y casarse con él, estaba seguro, supo que quería pasar el resto de sus días con él una fría noche en Barcelona.

Hay muchas cosas de las que Victor disfruta realmente hacer, pero de todas ellas, sin duda su favorita era observar a Yuuri por el rabillo del ojo. 

Su esposo era el ser más adorable del planeta, pero podría ser tan escurridizo como una mariposa a la cual quieres atrapar entre tus manos. Yuuri odia que Victor se le quede mirando, más que nada porque la vergüenza surge en él y le colorea las mejillas de un rojo intenso.

Una absurda y ligera discusión se da entre los dos cada vez que esto sucede: Yuuri le dice a Victor que pare, y Victor se queja amargamente porque, según a su punto de vista, no tiene nada de malo observar al que es, al fin de cuentas, su propio marido. Aunado a esto, Victor decidió en silencio observar a Yuuri de manera sigilosa.

Porque un día, hace algunos años atrás, su dulce Yuuri le dijo que no quitara los ojos de él, y Victor estaba más que dispuesto a cumplir esa promesa.

Y es que, para Victor, Yuuri es más bello cuando no se da cuenta de que le están viendo. A veces haciendo gestos extraños cuando no entiende algo, a veces sonriendo un poco debido a un pensamiento fugaz y divertido que le cruzó por la mente. La forma en que se muerde los labios, que más que parecer un gesto atractivo, daba la sensación de que estaba jugando con ellos cuando se encontraba aburrido.

Victor ama contemplar a su hermoso omega, y ama tomar su mano cuando lo hace.

Justo como en ese momento, en ese ahora, donde ambos estaban sentados en sillas separadas, algunos centímetros lejos. Victor ha vuelto su mirada para analizar la expresión de su esposo, más sin embargo Yuuri sólo tenía ojos para la tercera persona en aquella habitación de hospital a parte de ellos.

El médico.

Su querido omega se encontraba preocupado, podía sentirlo a través del lazo que los conectaba, podía sentir un ligero sudor formarse en las manos del pelinegro. Yuuri estaba tan ansioso que ni siquiera se había dado cuenta de que Victor le había tomado de la mano, en un intento de llamar su atención. Como no lo consiguió, le dio un apretón a sus dedos, y por fin el chico reaccionó, entregándole una sonrisa algo tensa.

Yuuri se ha estado sintiendo mal en la última semana, y habían venido al médico a escuchar cuál podría ser su diagnóstico. Todo se antojaba sospechoso desde unos días antes, cuando el celo del pelinegro no se había presentado como siempre, preocupando al japonés, quien juntando los mareos que había sentido los últimos días no dudó en sacar apresuradas y aterradoras conclusiones.

Ahora el médico les miraba a ambos, casi como si quisiera analizarlos, justo después de haber terminado de leer aquellos resultados que sostenía en su mano derecha. Victor pudo sentir a Yuuri tragar saliva, e instintivamente su apretón entre sus manos entrelazadas se vuelve más fuerte.

─Voy a ser directo, señores Nikiforov─ dijo el doctor mientras se retiraba las gafas, haciendo que ambos hombres se inclinaran en sus asientos por la ansiedad de oír de una vez por todas lo que acontece─, el joven Yuuri no está embarazado.

El hombre en bata ya se esperaba la típica reacción: ojos de frustración y tristeza, miradas gachas, abrazos de consolación. Así eran en todas aquellas parejas casadas, esas que esperaban la llegada de un hijo para completar su vida marital a la perfección. Una noticia como esta dejaba desilusionado a cualquiera, pero el matrimonio Nikiforov no era un matrimonio cualquiera, y ambos lo demostraron cuando, después de mirarse un segundo, comenzaron a reír con soltura y diversión.

Inevitable- Victuuri MpregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora